* "Pido pues a mi orgullo que siempre vaya del brazo con
mi cordura. Y cuando me abandone mi cordura, pues le gusta alzar el vuelo, que
mi orgullo vuele siquiera del brazo con mi locura". Friedrich Nietzsche
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Noviembre es por defecto ese mes del año en
el que se debe (y no se lleva a cabo) hacer balance de lo ganado y perdido
hasta la fecha. De las promesas optimistas realizadas a toda prisa en Año Nuevo
en un folio guardado como el más preciado de los tesoros.
Noviembre es ese mes en el que te das cuenta
que la Navidad está a la vuelta de la esquina y a ti te ha pillado sin hacer
los deberes. Y encima pasa con más pena que gloria, como el miércoles en una
semana cualquiera.
Noviembre tiene ese halo que a veces le hace mágico. Y por ello puede convertirse en un Noviembre dulce. Los amores de verano han quedado sepultados hasta nueva orden y quizá el frío venga acompañado de un brote de sentimientos nuevos en tu interior; sentimientos que hacen recorrer una brisa de satisfacción, ilusión y paz en tu alma en oferta que nunca vendiste.
Noviembre es denostado por aquellos que
claman a los cuatro vientos que el invierno y el frío hayan venido para
quedarse. Pero, ¿qué pasa con el encanto de los paseos bajo una lluvia
torrencial?, ¿o con los chocolates calientes con churros a las siete de la
tarde siendo noche cerrada?, ¿o poder calentarle la mano mientras ella esboza
una sonrisa sincera de agradecimiento y unos mofletes rojos sedientos de amor?
Noviembre es de escorpio y sagitario. De
setas que acompañen cualquier manjar. De conciertos al abrigo de un buen vino. De citas en el cine. De comerte sus palomitas sin disimulo alguno. De coger su mano helada. De sobremesas que se alargan
más que nunca. De orgullo presente. De preciosos días anegados de rayos de sol que evocan por
ciertos instantes la mejor de las primaveras. De anécdotas al calor de un gin tonic
y esos grandes Héroes de la Transición. De camareras que siempre quisieron escuchar.
Noviembre es ese mes de jodidas historias de
amor o de historias de amor jodidas. De encargar en tu pensamiento regalos que no
comprarás hasta finales de diciembre o hasta que las luces de Navidad de la
Castellana te alerten.
Noviembre a veces puede recordarte a ella. A
cómo le colocabas la bufanda para que no se agudizara su resfriado. A cómo se
mosqueaba cuando le robabas la nariz una y otra vez como si fuera una niña
pequeña. A los besos esquimales. A las tardes interminables (no lo
suficientemente interminables) en el Starbucks. A cuando te sentías aliviado y
afortunado por dejar pasar otro autobús porque "ya llegará otro" y
porque lo último que querías era dejarla escapar de tus brazos. En definitiva, a saber que las mejores huyen.
Noviembre, pues, puede ser un dardo
envenenado de recuerdos que creías olvidados. Como dijo Lennon: "Vivir es
fácil con los ojos cerrados". Más difícil es construir nuevos recuerdos con los ojos abiertos. Pero
infinitamente más satisfactorio y reconfortante. Por eso mismo, Noviembre puede
pasar de ser un mes anodino, a convertirse en el más grande. Y eso te lo puede
asegurar quien haya encontrado a su media langosta en noviembre. Bendito mes
para los bienaventurados.
* "Aunque el orgullo no es una virtud, es
padre de muchas virtudes". John Churton Collins
HAAF