Uno de mis escasos (pero valiosos) lectores me recuerda
siempre que la misoginia de la que presumo en mis habituales alardes de lucidez
sentimental no es más que una coraza para abortar cualquier posibilidad de que hieran de nuevo mi maltrecho corazón. Mi lectora acérrima (sí, es mujer y gran amiga) cree que me he montado una filosofía cojonuda, por lo que de este modo podré pasarme el resto
de mi vida sin conocer a nadie de verdad. No la culpo. Ella sigue creyendo en
el amor verdadero. Y yo, a veces también. Aunque cada día desayunemos
sabiendo que medio millar de parejas españolas se divorcian cada 24 horas.
Hubo un tiempo en que creí a ciencia cierta haber descifrado
el enigma que tiene en vilo a media humanidad: entender a las mujeres. Hace
unos años, un sabio compañero de fatigas nocturnas me dijo una frase que me
dejó algo anonadado y a la vez intrigado: "Quien entienda a las mujeres,
que haga el favor y escriba un libro". Él estaba en lo cierto. Y yo creía
que podía resolver el más complicado de los puzzles. Craso error. Enseguida
vinieron mal dadas. Claro, uno aprende a base de hacer callo. Del sufrimiento por perder cruelmente en el juego del amor no se libra nadie.
Lo cierto es que nunca me he arrepentido de haberlo
intentado. Lo único que lamento es no haberlo intentado en
alguna ocasión, haber esperado demasiado tiempo para hacer alguna llamada o no haber sabido pedir perdón o perdonar a tiempo. Lo curioso es que últimamente
el desánimo sobre el futuro de las parejas no sólo es cosa de hombres. A la
misoginia le ha salido una fiel compañera: la androfobia. Las mujeres siempre
han sido más inteligentes que nosotros. Hace décadas que dejaron de ser el 'sexo
débil', pero lo que no concibo ni puedo compartir es que se consideren las
víctimas en esto del amor. Porque por ahí no paso. ¡Si ellas tienen siempre la sartén por
el mango!
Sea como fuere, y sin entrar en debates inútiles, a veces me pregunto por qué
hacemos tan fácil lo difícil. Por qué nos gusta tanto jugar al perro y al gato.
Por qué cuando queremos a alguien tardamos tanto en manifestarlo y cuando creemos
haber dejado de sentir lo mismo abandonamos sin cuartel ni piedad lo que tanto
nos ha costado construir. Porque hay veces que lo bordamos y veces que lo tiramos por la borda. Y no tenemos remedio. Queremos lo que envenena. Y nos
quejamos, nos quejamos mucho.
Sin duda, vivimos una crisis a todos los niveles que azota a una sociedad carente de valores y sumida en un estado permanente de nihilismo, conformismo y superación. Ante este panorama desolador, tan sólo queda impregnarnos de un halo de optimismo que nos dé alguna esperanza para el futuro. Quiero creer que los esfuerzos por salir adelante no habrán caído en saco roto, sino que a medio plazo volveremos a una vida ciertamente hedonista, en la que aprenderemos de los errores y no primaremos lo material por encima de los sentimientos. Un mundo en el que la misoginia y la androfobia sólo sean unas palabras escondidas en un rincón del diccionario. Un mundo en el que tampoco tenga cabida la Sabina fobia y las personas amen desde lo más profundo de su corazón.
Ahora bien, no hacemos nada para solucionarlo. Es evidente que nosotros no podemos luchar para reprimir nuestros sentimientos, pero sí podemos elegir a quien dejamos entrar en nuestro mundo. Al fin y al cabo, amar y ser correspondido es importante, pero más aún madurar de la mano de otra persona. Quizá algunas veces las cosas se compliquen, se caiga en la rutina o en cierto tedio sin ilusión, pero con amor y mucha convicción y dedicación, merecerá la pena arreglar lo que se haya roto. Y quizá, sólo quizá, recuerdes que nada habrá sido en balde una mañana cualquiera cuando te despiertes y sonrías orgulloso de que la persona que está a tu lado en la cama es con la que quieres pasar el resto de tu vida.
Por lo tanto, aun a riesgo de convertirme en el nuevo Ted Mosby, estoy
convencido de que todo pasará. De que las noches de melancolía, Machado,
Bécquer y Neruda llegarán a su fin. Y de que seré lo suficientemente valiente
para no volver a mirar atrás con la ilusión de antaño. Pero tengo miedo. Me aterroriza
pensar en que el futuro nunca superará al pasado. Es hora de que me deje llevar, enredar y convencerme de todas esas cosas que dije no creer jamás. Y dejar mi
falsa misoginia atrás. Quizá el amor me tenga reservada alguna oportunidad más.
HAAF
*"Anoche cuando
dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón". Antonio Machado
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón". Antonio Machado
**"Asomaba a sus ojos una lágrima,
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿por qué callé aquel día?
Y ella dirá: ¿por qué no lloré yo?". Gustavo Adolfo Bécquer
***"Tú estás aquí. Ah, tú no huyes.
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo, alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos". Pablo Neruda
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo, alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos". Pablo Neruda