jueves, 23 de enero de 2014

Entre la misoginia, la androfobia y la Sabina fobia

Uno de mis escasos (pero valiosos) lectores me recuerda siempre que la misoginia de la que presumo en mis habituales alardes de lucidez sentimental no es más que una coraza para abortar cualquier posibilidad de que hieran de nuevo mi maltrecho corazón. Mi lectora acérrima (sí, es mujer y gran amiga) cree que me he montado una filosofía cojonuda, por lo que de este modo podré pasarme el resto de mi vida sin conocer a nadie de verdad. No la culpo. Ella sigue creyendo en el amor verdadero. Y yo, a veces también. Aunque cada día desayunemos sabiendo que medio millar de parejas españolas se divorcian cada 24 horas.


Hubo un tiempo en que creí a ciencia cierta haber descifrado el enigma que tiene en vilo a media humanidad: entender a las mujeres. Hace unos años, un sabio compañero de fatigas nocturnas me dijo una frase que me dejó algo anonadado y a la vez intrigado: "Quien entienda a las mujeres, que haga el favor y escriba un libro". Él estaba en lo cierto. Y yo creía que podía resolver el más complicado de los puzzles. Craso error. Enseguida vinieron mal dadas. Claro, uno aprende a base de hacer callo. Del sufrimiento por perder cruelmente en el juego del amor no se libra nadie.

Lo cierto es que nunca me he arrepentido de haberlo intentado. Lo único que lamento es no haberlo intentado en alguna ocasión, haber esperado demasiado tiempo para hacer alguna llamada o no haber sabido pedir perdón o perdonar a tiempo. Lo curioso es que últimamente el desánimo sobre el futuro de las parejas no sólo es cosa de hombres. A la misoginia le ha salido una fiel compañera: la androfobia. Las mujeres siempre han sido más inteligentes que nosotros. Hace décadas que dejaron de ser el 'sexo débil', pero lo que no concibo ni puedo compartir es que se consideren las víctimas en esto del amor. Porque por ahí no paso. ¡Si ellas tienen siempre la sartén por el mango!

Sea como fuere, y sin entrar en debates inútiles, a veces me pregunto por qué hacemos tan fácil lo difícil. Por qué nos gusta tanto jugar al perro y al gato. Por qué cuando queremos a alguien tardamos tanto en manifestarlo y cuando creemos haber dejado de sentir lo mismo abandonamos sin cuartel ni piedad lo que tanto nos ha costado construir. Porque hay veces que lo bordamos y veces que lo tiramos por la borda. Y no tenemos remedio. Queremos lo que envenena. Y nos quejamos, nos quejamos mucho.

Sin duda, vivimos una crisis a todos los niveles que azota a una sociedad carente de valores y sumida en un estado permanente de nihilismo, conformismo y superación. Ante este panorama desolador, tan sólo queda impregnarnos de un halo de optimismo que nos dé alguna esperanza para el futuro. Quiero creer que los esfuerzos por salir adelante no habrán caído en saco roto, sino que a medio plazo volveremos a una vida ciertamente hedonista, en la que aprenderemos de los errores y no primaremos lo material por encima de los sentimientos. Un mundo en el que la misoginia y la androfobia sólo sean unas palabras escondidas en un rincón del diccionario. Un mundo en el que tampoco tenga cabida la Sabina fobia y las personas amen desde lo más profundo de su corazón.

Ahora bien, no hacemos nada para solucionarlo. Es evidente que nosotros no podemos luchar para reprimir nuestros sentimientos, pero sí podemos elegir a quien dejamos entrar en nuestro mundo. Al fin y al cabo, amar y ser correspondido es importante, pero más aún madurar de la mano de otra persona. Quizá algunas veces las cosas se compliquen, se caiga en la rutina o en cierto tedio sin ilusión, pero con amor y mucha convicción y dedicación, merecerá la pena arreglar lo que se haya roto. Y quizá, sólo quizá, recuerdes que nada habrá sido en balde una mañana cualquiera cuando te despiertes y sonrías orgulloso de que la persona que está a tu lado en la cama es con la que quieres pasar el resto de tu vida.

Por lo tanto, aun a riesgo de convertirme en el nuevo Ted Mosby, estoy convencido de que todo pasará. De que las noches de melancolía, Machado, Bécquer y Neruda llegarán a su fin. Y de que seré lo suficientemente valiente para no volver a mirar atrás con la ilusión de antaño. Pero tengo miedo. Me aterroriza pensar en que el futuro nunca superará al pasado. Es hora de que me deje llevar, enredar y convencerme de todas esas cosas que dije no creer jamás. Y dejar mi falsa misoginia atrás. Quizá el amor me tenga reservada alguna oportunidad más.

HAAF
*"Anoche cuando dormía 
soñé ¡bendita ilusión! 
que un ardiente sol lucía 
dentro de mi corazón". Antonio Machado

**"Asomaba a sus ojos una lágrima,
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor, 
yo digo aún: ¿por qué callé aquel día?
Y ella dirá: ¿por qué no lloré yo?". Gustavo Adolfo Bécquer

***"Tú estás aquí. Ah, tú no huyes. 
Tú me responderás hasta el último grito. 
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo. 
Sin embargo, alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos". Pablo Neruda

5 comentarios:

  1. Hace décadas que las mujeres dejaron de ser el "sexo débil"? Nunca lo hemos sido!!

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. No quiero, como tu bien dices, entrar en un debate inútil... pero sí tengo que señalarte que víctimas hay en todos los campos. Always, in both sides. No hay un látigo que sostiene uno de los dos géneros para castigar al otro.
    Mi filosofía consiste en preguntarme a mí misma qué es lo que quiero para mi, y a partir de ahí, dejar que la vida me sorprenda. Y si creo encontrarlo, ir a por ello. Ir a por ello sin ningún orgullo, pero con el suelo de la dignidad, para saber cuándo una retirada a tiempo puede ser una victoria. Y si eso sucede, se sigue durmiendo bien por las noches, e incluso mejor.
    Tener las cosas claras tiene su inconveniente también, pues en teoría debería servir para poder abrirte paso, pero curiosamente, el mundo se aparta para dejarte pasar. Y así viajas, con claridad mental a través de un camino muy vacío.
    Y cada noche que pasas en el desierto (las noches son de temperatura agradable) te haces (o te hacen, ya no sabes si el viento te habla) la misma pregunta: ¿merece la pena ser sincera conmigo misma y con los demás? Solo tengo que decir no, y al día siguiente aparecerá de nuevo la civilización a mi alrededor, la algarabía, las voces, (en mi caso) los niñatos, la superficialidad, los piropos standard, las dobles intenciones, el tira y afloja, el aqui te pillo aqui te mato, la confusión, el dolor, la impotencia, la rabia...
    Bueno que me he enrrollado. A todo esto, yo venía a decir que me ha gustado mucho tu blog y que lo añado a mi lista. Aunque yo ya sabía que escribías y que lo hacías muy bien. Te dejo mi blog también aunque la mayoría de entradas las publico en el fb: http://montaquetellevoalsol.wordpress.com/
    Nos leemos, un besote :D

    ResponderEliminar
  4. ¿la androfobia de las charos?

    ResponderEliminar
  5. hibristofilicas con los jovenlandeses.....

    ResponderEliminar