Siempre ocurre lo mismo. Antes de que podamos darnos cuenta, tenemos un año más las manos manchadas de Navidad. Sin duda, una época marcada en el calendario con tristeza o indiferencia por algunos y con alegría por la gran mayoría. Unas Fiestas en las que siempre cabe hacer el balance anual de los sueños cumplidos y también de los frustrados. En mi caso, las mejores Navidades de los últimos años, ligeramente empañadas en su inicio por la insatisfacción (que no decepción) de haber vivido in situ el gatillazo del miedo escénico sabinero. Pero tú tranquila. Volveremos a ver al Flaco en directo porque nos debe un Contigo, un Princesa y un Y sin embargo.
Reconozco que desde pequeño he vivido las Fiestas Navideñas con enorme ilusión. Uno recuerda con melancolía las Navidades en las que elaborábamos las cartas a los Reyes Magos como si nos fuera la vida en ello, nos concienciábamos de que había que dejar el suficiente agua para apaciguar la sed de los camellos y confiábamos en que un giratiempo como el de Hermione Granger pudiera permitirnos jugar con los regalos de Reyes más días, antes de empezar de nuevo el colegio.

Con los años, uno sigue teniendo regalos, pero comienza a apreciar estas Fiestas de otra manera. En primer lugar, es una época en la que yo personalmente no concibo otra manera que no sea de disfrutarla en familia, saboreando el magnífico regalo que te ofrece la vida al permitirte cumplir otro año en salud con los tuyos.
El emotivo anuncio de la Lotería navideña de este año tocó la fibra sensible del pueblo español. Sin embargo, la suerte siempre está echada y el Gordo sólo puede tocar a unos pocos. El grueso del país recibe con envidia sana cómo algunos afortunados exhiben su premio el 22 de diciembre anegados de champagne y proclaman a los cuatro vientos aquello de: "Este dinero viene genial para tapar agujeros". Eso sí, es reconfortante saber que al menos un día al año las noticias del telediario están marcadas por la felicidad y la esperanza y no por la corrupción y la crisis económica.
Además de los atracones familiares de Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo y Reyes, esta época es perfecta para devorar polvorones, roscón o, en mi caso, Suchard, en cualquier momento del día. Lo cierto es que si te paras a pensar un momento, tiene poco sentido preparar a conciencia correr la San Silvestre del 31 de diciembre, si en las dos semanas anteriores, destrozas el entrenamiento a base de comida y bebida. Algunos no aprendemos.
Si sobrevives a los mencionados atracones de comidas familiares, a la cena de empresa y a las múltiples cenas de amigos y de antiguos compañeros que siempre quieren reunirse y volver a casa por Navidad (como Fernando Torres), aún te tienen que quedar fuerzas para aguantar a los graciosillos de turno el día 28. No es por malmeter, pero cada año las famosas Inocentadas de los periódicos van perdiendo fuelle. Dónde quedarán aquellos ingeniosos que publicaron desternillantes bromas como el fichaje de Ana Obregón por Real Madrid TV por su relación con Davor Suker.
Al final, pasan los días tan rápido como preveíamos y nos acaba pillando el toro a todos en materia de regalos. Claro, te has pasado varios días de resaca tarareando El Tamborilero de Raphael y viendo en bucle clásicos navideños que jamás pasarán de moda: Solo en Casa, Solo en Casa 2, Family Man, Un padre en apuros y (nunca puede faltar) Love Actually. Así que, cuando menos te lo esperas, estás metido en medio de la Gran Vía en un embrollo del que sólo se te ocurre salir de una manera: tomándote un chocolate con churros en San Ginés.
Finalmente (y por los pelos), el día 5 consigues acabar con todas las compras pendientes, no sin antes preguntarte por qué esa moda de apuntarte a tantos amigos invisibles. Y como colofón y premio a los deberes hechos, te das el capricho de disfrutar de la Cabalgata de Reyes como cuando eras un retoño.
Y es que las Fiestas Navideñas han de hacernos reflexionar. No sólo debemos sacar nuestra vena generosa en estos días, sino esforzarnos en ser mejor personas el resto del año. Debemos aplicar el Cuento de Navidad de Scrooge a nuestra sociedad actual y luchar porque las desigualdades sociales cada vez sean más pequeñas.
Más allá de lo material, es primordial reflexionar sobre las vicisitudes vitales de cada uno. A mí, llamadme un kamikaze navideño, pero puedo prometer y prometo que a mí hace nueve meses me tocó el Gordo. Y cada día me miro al espejo y estoy orgulloso de haber comprado un boleto de Lotería aquella noche de marzo, que cambió mi vida para siempre y me hizo afortunado para toda la eternidad.
Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.
En 2015 seguiremos en la brecha si Dios quiere.
Reconozco que desde pequeño he vivido las Fiestas Navideñas con enorme ilusión. Uno recuerda con melancolía las Navidades en las que elaborábamos las cartas a los Reyes Magos como si nos fuera la vida en ello, nos concienciábamos de que había que dejar el suficiente agua para apaciguar la sed de los camellos y confiábamos en que un giratiempo como el de Hermione Granger pudiera permitirnos jugar con los regalos de Reyes más días, antes de empezar de nuevo el colegio.

Con los años, uno sigue teniendo regalos, pero comienza a apreciar estas Fiestas de otra manera. En primer lugar, es una época en la que yo personalmente no concibo otra manera que no sea de disfrutarla en familia, saboreando el magnífico regalo que te ofrece la vida al permitirte cumplir otro año en salud con los tuyos.
El emotivo anuncio de la Lotería navideña de este año tocó la fibra sensible del pueblo español. Sin embargo, la suerte siempre está echada y el Gordo sólo puede tocar a unos pocos. El grueso del país recibe con envidia sana cómo algunos afortunados exhiben su premio el 22 de diciembre anegados de champagne y proclaman a los cuatro vientos aquello de: "Este dinero viene genial para tapar agujeros". Eso sí, es reconfortante saber que al menos un día al año las noticias del telediario están marcadas por la felicidad y la esperanza y no por la corrupción y la crisis económica.
Además de los atracones familiares de Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo y Reyes, esta época es perfecta para devorar polvorones, roscón o, en mi caso, Suchard, en cualquier momento del día. Lo cierto es que si te paras a pensar un momento, tiene poco sentido preparar a conciencia correr la San Silvestre del 31 de diciembre, si en las dos semanas anteriores, destrozas el entrenamiento a base de comida y bebida. Algunos no aprendemos.
Si sobrevives a los mencionados atracones de comidas familiares, a la cena de empresa y a las múltiples cenas de amigos y de antiguos compañeros que siempre quieren reunirse y volver a casa por Navidad (como Fernando Torres), aún te tienen que quedar fuerzas para aguantar a los graciosillos de turno el día 28. No es por malmeter, pero cada año las famosas Inocentadas de los periódicos van perdiendo fuelle. Dónde quedarán aquellos ingeniosos que publicaron desternillantes bromas como el fichaje de Ana Obregón por Real Madrid TV por su relación con Davor Suker.
Al final, pasan los días tan rápido como preveíamos y nos acaba pillando el toro a todos en materia de regalos. Claro, te has pasado varios días de resaca tarareando El Tamborilero de Raphael y viendo en bucle clásicos navideños que jamás pasarán de moda: Solo en Casa, Solo en Casa 2, Family Man, Un padre en apuros y (nunca puede faltar) Love Actually. Así que, cuando menos te lo esperas, estás metido en medio de la Gran Vía en un embrollo del que sólo se te ocurre salir de una manera: tomándote un chocolate con churros en San Ginés.
Finalmente (y por los pelos), el día 5 consigues acabar con todas las compras pendientes, no sin antes preguntarte por qué esa moda de apuntarte a tantos amigos invisibles. Y como colofón y premio a los deberes hechos, te das el capricho de disfrutar de la Cabalgata de Reyes como cuando eras un retoño.

Más allá de lo material, es primordial reflexionar sobre las vicisitudes vitales de cada uno. A mí, llamadme un kamikaze navideño, pero puedo prometer y prometo que a mí hace nueve meses me tocó el Gordo. Y cada día me miro al espejo y estoy orgulloso de haber comprado un boleto de Lotería aquella noche de marzo, que cambió mi vida para siempre y me hizo afortunado para toda la eternidad.
Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.
En 2015 seguiremos en la brecha si Dios quiere.
HAAF