sábado, 6 de diciembre de 2014

Gerónimo

- El amor es una mierda.
- El amor le da alas. Le hace volar. Yo ni lo llamo "amor". Lo llamo "Gerónimo".
- ¿Gerónimo?
- Sí, Gerónimo. Cuando uno se enamora, es capaz de saltar desde lo alto del Empire State sin preocuparse y gritar "Gerónimo" hasta llegar al suelo. Maravilloso.
- Sí, pero después, ¿morir? ¿Quedar aplastado ahí?
- Ya le estoy diciendo que el amor le da alas.


Este excelso diálogo de la película Conspiración entre Mel Gibson (que interpreta a un taxista) y un cliente ejemplifica de alguna manera la (bendita) locura en la que uno vive cuando está enamorado. A veces uno cree que subsiste en un cierto estado de esquizofrenia aguda, en el que el amor te domina hasta límites insospechados y eres esclavo de unos cambios de humor y parecer impropios de una persona coherente y cabal.

Afortunadamente, el tiempo (y Gerónimo) te enseñan a controlar tus impulsos en las relaciones sentimentales, a abortar esos celos puntuales que puntualmente te corroen por dentro, a ser mejor persona y a sentir admiración porque ella aguante tus enfados y manías injustificadas o locuras transitorias.

Gerónimo consigue que madrugues con el mejor de tus ánimos, que las rutinas sean menos pesadas, que beses con la mayor de tus pasiones y que ames con la intensidad de un chiquillo ingenuo e inocente. Con una ilusión desmedida.


Gerónimo te ayuda a cimentar las bases de una relación madura y sólida con el férreo muro de la confianza y a aprender a valorar cada una de las pequeñas idiosincrasias. El tiempo pasa volando y encontrar a tu compañera de viaje, quien consigue que encuentres el significado de Gerónimo, no es una presa fácil. Pero cuando ya la encuentras, tus días raros son menos raros.

Gerónimo provoca que un día te despiertes y pienses que irremediablamente ya no te encuentras en esa temporada de Friends en la que creías encontrarte. Los años pasan, las resacas pesan y las responsabilidades acechan. Sin duda, toca recibirlo con la mejor de tus sonrisas. Ahorro, boda, niños, hipoteca... De repente, tu entorno te martiriza con cosas en las que tu hasta el momento apenas habías reparado.

Por eso es importante saber elegir con quién te 'complicas' la vida. No siempre encuentras a tu verdadero Gerónimo a la primera, no siempre tienes suerte en la elección. A veces, crees jugar con una buena mano de cartas y pierdes. Pero hay que tener el valor de volver a apostar. Sin rendirse. Aunque lleves un lustro perdiendo y con tu memoria anegada de olvido.

Para mí, Gerónimo debe ser tu mejor confidente. Aquel con el que hables de tu Ocaso y pasado sin titubear y sin lágrimas, al calor de un Gin Tonic. Aquel al que abras tu corazón y le relates cómo te lo desmenuzaron y partieron. Aquel con el que una simple mirada de complicidad puede decirte mucho. Aquel con quien no tengas miedo de llorar desconsolado, compartir tus sueños y tus planes de futuro e incluso pelearte por el nombre que tendrían vuestros hipotéticos hijos.

Gerónimo no entiende de distancias, porque cuanto más lejos estés de esa persona, es cuando tienes que demostrarle que estás más cerca que nunca. Podrás estar a miles de kilómetros de distancia, pero nada te impedirá que ella note tu aliento en su cuello y se sienta protegida. Los que encontramos a nuestro Gerónimo y lo perdimos por un tiempo nos sentimos realmente afortunados por haberlo recuperado de nuevo. Porque a pesar de ser entonces un pequeño desastre, de que durante meses el orgullo venciera al corazón, mi cama seguía quejándose fría por su marcha. Y sin embargo...  seguía queriendo compartir mis frecuencias con ella.

Así que ahora, cada vez que me enfado o pongo el grito en el cielo, pienso en Gerónimo. Y me escudo en sabios consejos de Abuela, como darle siempre un beso de buenas noches aunque esté enfadado. Gerónimo también te enseña la importancia del respeto, la fidelidad mutua y el propio espacio de cada uno.

"Dejad que se pose la noche despacio y que el ruido de las sierras calle por un rato. Dejad que se abracen antes de que el maldito tiempo los trunque en pedazos". Lo habíamos tenido realmente cerca y nunca lo habíamos visto. Y antes de que se truncara en pedazos para siempre, improvisamos con la cabeza y el nudo en el estómago, pero con la certeza de que apostar con el corazón no debía ser en balde.

Hace poco más de un año, buscaba sin fortuna mi media langosta en noviembre. Echo la vista atrás y creo que cada uno de los bultos de nuestro equipaje lastró nuestro pasado por algún motivo. A veces me paro a pensarlo, suspiro un momento y esbozo una sonrisa. Y entonces comprendo muchas cosas, doy la importancia justa a la casualidad sobre la causalidad y siempre se me viene a la mente Cortázar y su Rayuela: "Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos".

Te prequise antes de lo que crees, te quiero ahora y te querré siempre, pero no dudes que te amaré mejor.

HAAF




No hay comentarios:

Publicar un comentario