Una amiga. Una conocida. Una hermana. Una madre. Una novia. Desgraciadamente, el cáncer de mama ya es un viejo conocido en muchos hogares españoles. Cada año 22.000 mujeres en nuestro país reciben este mazazo en forma de diagnóstico. Y es que un día de repente todo cambia y tu vida se pone patas arriba. Ya de por sí la palabra cáncer impone miedo y respeto, pero cuando te toca vivirlo de cerca, es otro cantar. Porque piensas en que te cambiarías por ese ser querido con los ojos cerrados sin dudarlo, pero entonces te das cuenta de hay cosas que escapan a tu control. También aprendes a relativizar rápidamente tus preocupaciones diarias y la prioridad máxima pasa a ser la salud de tu ser querido.
Gracias a Dios, el de mama es uno de los cánceres menos agresivos y mortales que existen. Si se pilla a tiempo, la curación es aproximadamente de un 97% de los casos. Por eso es tan importante dar el coñazo constantemente (el día mundial contra el cáncer de mama, el 19 de octubre, pero también los otros 364 días del año), con que cada mujer adulta tiene que someterse a revisiones periódicas anuales. Porque en esta enfermedad, como en muchas, el tiempo es oro y la precocidad en el diagnóstico es empezar el partido con un gol de ventaja. Y de verdad hay que concienciarse de que es algo que le puede pasar a cualquiera.
Hoy en día, todos tenemos un caso de cáncer de mama que nos atañe en mayor o menor medida. A partir del terrible diagnóstico que te deja completamente helado, has de mostrar una madurez que no se enseña en ningún lado. La palabra cáncer da pavor, pero la fe, la unión y la fuerza de los tuyos a partir de ese momento es capaz de mover montañas.
Sin duda, la mejor terapia y receta contra cualquier enfermedad (además de escribir), es doble: en primer lugar, rodearte de los mejores profesionales, que pongan todo su empeño y esfuerzo en curar al paciente física (y psicológicamente). En segundo, la unión familiar y del resto de los tuyos. Porque cuando vives una enfermedad de un ser querido y notas el apoyo y aliento constante de los que te rodean, la sensación de agradecimiento y gratificación no se paga con nada. A veces, no necesitas unas palabras de apoyo o ánimo, sino simplemente una mirada de complicidad o un abrazo sincero. Para que sepas que están ahí.
Es realmente curioso porque cuando vives un cáncer de cerca, comienzas a hablar inconscientemente de la enfermedad en primera persona: “estamos enfermos de cáncer”, “tenemos una resonancia mañana”, “no nos toca revisión rutinaria hasta dentro de seis meses”, amén de aprender una serie de jergas y pruebas médicas que no habías oído antes en tu vida: gammagrafías óseas, estadios del cáncer…
A pesar de que la sensación de miedo en forma de nudo en el estómago y escarcha en el pelo vive contigo latente hasta nueva orden, igual que todo cambia para mal, también todo puede cambiar para bien. Y al final del túnel puedes acabar viendo la luz en forma de curación y tranquilidad. Es “La vuelta a la tortilla”, como bien expresó Paco León en su brillante corto, como homenaje a estas valientes guerreras. El optimismo en estos casos es vital. Al igual que la fuerza, pero de eso las mujeres (especialmente las madres), van sobradas. Porque si nos sentimos derrotados, ellas nos hacen más fuertes.
En definitiva, una de las muchas valiosas lecciones que aprendes cuando te toca vivir el cáncer de cerca, es que cuando vienen mal dadas, debes dar la talla y decir que todo va a salir bien, aunque no estés seguro de ello. Debes saber estar y abortar cualquier indicio de lágrima en presencia de los tuyos. Debes procurar que el pánico no se apodere de ti en los momentos más duros, que los hay. Pero sobre todo, debes estar siempre ahí para demostrar todo el amor que sientes por tu ser querido.
Y es que en el día Mundial contra el Cáncer de Mama (19 de octubre), nada mejor que encontrar palabras de aliento, de ilusión y, sobre todo, de esperanza, para las millones de valientes que día a día nos demuestran su fuerza y coraje contra esta enfermedad. Lo más importante es que sepáis que no estáis solas. Si es necesario, en primera fila de combate, haremos trincheras para protegeros. Todos juntos sacaremos fuerzas de donde sea. Y mi más sentido abrazo y ánimo para aquellas familias y mujeres a los que esta enfermedad (al igual que muchas otras) vence tras una dura porfía. Porque no todos podemos celebrar con lágrimas de alegría unos marcadores negativos o una revisión sin complicaciones. Repito, no estáis solas, nunca lo habéis estado y nunca lo estaréis. Faltaría más. Os lo merecéis todo, guerreras. El día menos pensado todas exclamaréis alto y claro una proclama shakesperiana que relatará vuestra completa curación: “De nuevo en la brecha, amigos míos”.
HAAF
*Para la mejor Madre del mundo
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