lunes, 30 de septiembre de 2013

Love me (or just read me) when september ends

Amar es combatir. Y él quería quererla como sólo él sabía. Él quería ser su hombro, su almohada y su esperanza. Él quería ser su Sabina, su Serrat y su manta para cobijarla. Él recela de los sueños pasados. Se truncaron los de aquella Luna de verano. Por ello, sacó a relucir su obsoleta prosa recordando que la felicidad está en las pequeñas cosas: En pedir que una Perseida conceda ese oscuro (y anhelado) objeto de deseo. En abrir los candados que cerraron su orgullo desde antaño. En ese equilibrio que sólo le daban sus labios. En los sábados de lluvia, manta y película (¿por qué siempre vemos la que ellas quieren?). En las peleas por los postres, las palomitas, los celos y el lado del colchón. En su cuerpo bañado en salitre y su sonrisa que olvidaba los días grises. En Neruda, Benedetti y los viernes de vino y rosas. En un "te quiero" mirando a los ojos que desarma a cualquiera. En descubrir juntos ese tema de Andrés Suárez. O aquel otro de Carlos Chaouen. En los largos paseos por Madrid. En las llamadas eternas que te hacen feliz. En las cartas sinceras que huelen a ti. Por pedir, pediría repetir ese primer beso hasta el fin.

Septiembre, mes considerado como baño de realidad por antonomasia, toca a retirada. Y él se resigna, consciente de que es una quimera volver a ver cómo los otoños la doran la piel. Él quiere evitar esa lágrima en los conciertos. Y olvidar la pesadumbre con sus besos. Que los lunes no sean lunes con sus ruegos. Vale. Se acabaron los lamentos. Octubre aguarda en el candelero. La madurez aprieta, pero no ahoga. Tómate esto como un "ahora".

¿Y ella? Lo que ella sintió algún día se puede rescatar en un escrito de otra mujer prendada, que con los años se diluyó en el olvido como un azucarillo en una taza de café. Sus palabras son palabras de esperanza, de compromiso, de futuro. Un ejemplo de lo bonito que es cuando amas y eres correspondido. Es sencillamente imposible redactar algo más sincero con menos palabras. Ella quizá le siga queriendo, equivocada en brazos de otro.

"El caso es que pones todo de ti para verme sonreír y hacerme feliz... y es lo que soy... soy feliz... no puedo pedirle nada más a la vida si ya te tengo a ti... pienso en ti y no puedo evitar sonreír... darle las gracias a Dios por lo que tengo... te valoro muchísimo... Hay veces que no me creo que esto esté ocurriendo... que quieras estar conmigo... porque no sé... eres increíble... increíble... me has dado fuerzas para continuar adelante, soy feliz... porque eres la última persona en la que pienso antes de dormirme y la primera nada más despertarme... no podría querer a nadie que no fueras tú... porque con una simple llamada, un te quiero... ya me haces volar... y despertar algo en mí que sólo siento contigo...porque te quiero más que ayer pero menos que mañana... Y si estoy triste, sólo con recordar la última vez que te vi, todo cambia... Un día alguien me dijo que soñara... Los sueños son difíciles de seguir... pero si se mantiene la esperanza viva, se cumplen... eso es lo que me ha pasado contigo... tú eres mi sueño...

No puedo pedirle nada a la vida porque sería pedir por pedir... y porque si tengo que hacerlo... pediría 24 horas a tu lado en las que me dé tiempo a todo menos a perder el tiempo... pido una tarde lluviosa... dentro de una casa gente, sobre un sofá sin cojines para que sólo puedas abrazarme a mí... Por pedir pido, mientras caminamos por cualquier calle, llevarte y traerte al contarte cualquier estupidez... pido pararnos unos segundos ante cualquier escaparate... continuar andando, y que, momentos después me preguntes cuánto costaba ésta o aquella cosa... Entonces me pido contestarte que no lo sé... que no me fijé... porque lo único que he sido capaz de ver en el cristal ha sido tu imagen reflejada, y aquello... no tenía precio... Por pedir... pediría 7.000 peticiones más, alargaría la lista hasta quedarme sin papel, y lo reciclaría para seguir pidiendo; para seguir pidiéndote... Por pedir, me pido sorprenderte, que te dejes sorprender... que te guste que te sorprenda... qué pides tú?"Si quieres... hablamos más allá de septiembre.


HAAF

*Va por ti Vicky, amiga. Estés donde estés. La lacra del cáncer se ha vuelto a llevar a una gran persona. Los que te conocimos siempre te recordaremos como la mejor de las guerreras. "El sosiego de los que se fueron antes no calma el desasosiego de aquellos que le seguirán...".

jueves, 19 de septiembre de 2013

Hablemos de ruina y espina

Es curioso la claridad con la que uno piensa cuando ya no tiene nada que perder y mucho que ganar. O nada que ganar y mucho que perder. Los hombres y mujeres de hoy en día tendemos (y extrañamente adoramos) a jugar al ratón y al gato en lo que a relaciones amorosas se refiere. Toda persona a la que le acaban de dejar atraviesa inexcusable e inexorablemente por una serie de fases. A saber:

1- Fase del corazón partío: Es la fase más dura. Toda tu vida se desmorona de la noche a la mañana como un castillo de naipes. Las noches se hacen eternas y tus ojos amanecen hinchados por las lágrimas y el insomnio. Tu cabeza se llena de dudas mientras tu corazón se despedaza lentamente anhelando una esperada llamada que jamás llega. Todas las canciones, todas las películas, absolutamente todo te recuerda a esa persona y a lo que teníais. ¿Cuántas veces hemos pensado en mandar un mensaje a esa persona y poder destruir para siempre ese dolor en forma de nudo en el estómago? Sin embargo, los largos días acaban pasando con un único pensamiento: ¿por qué?

2- Fase de la exaltación: Tras unos días, semanas e incluso meses de profunda agonía, tratas de que tu vida cobre algo de sentido. Como buen aprendiz del amor, te crees fervientemente la teoría de que "un clavo saca otro clavo". Y comienzas a salir una media de tres o cuatro veces a la semana, cogiéndote las cogorzas del siglo, maldiciendo el amor y perjurando que no volverás a caer en las redes de cupido. Además, ansías llenar ese vacío existencial con la primera (o el primero) que se te ponga por delante. Así entras en una peligrosa espiral de recordar los cuerpos y olvidar los nombres.


Por si fuera poco, tratas de demostrar por todos los medios y en todas las redes sociales posibles lo feliz que eres y lo bien que has superado esa 'nada traumática' relación. Todo ello con fotos sonriendo a más no poder y rodeado de personas muy atractivas del sexo opuesto. El problema es que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. El alcohol juega a veces muy malas pasadas. Y el destino, ni os cuento.

3- Fase del tocamiento de fondo: Cuando parece que por fin hemos superado el difícil trance. Cuando tu familia y tus amigos han conseguido reflotarte de forma encomiable (nunca se les podrá agradecer lo suficiente su ayuda). Cuando tus sueños reencarnados en pesadillas comienzan a tocar su fin. Cuando consigues llegar a pensar: "Hoy va a ser el día menos pensado". En definitiva, cuando la vida vuelve a sonreírnos aunque sólo sea un poco. Entonces es cuando aparece de nuevo esa persona. Como si tuviera un radar. Toda esa recuperación se va al garete y el shock postraumático que se produce en tu interior se exterioriza a través de un escalofrío que te deja helado.

A pesar de todo, y como buenos cabezotas que somos algunos, conseguimos sacar la entereza suficiente para hacer el saludo de rigor y un par de preguntas de cara a la galería. Todo ello mientras dos únicas cuestiones te ronda la cabeza: "¡Qué guapa está la condenada!" y "¿debí haber enviado que reescribí unas 1.000 veces aunque fuera arrastrarme? Evidentemente, esa pregunta nunca obtendrá una sensata respuesta, aunque el tiempo demuestra que es mejor arrepentirse de algo que has hecho que de algo que ni intentaste.

4- Fase de la Transición
Como diría Oscar Wilde: "La experiencia no tiene valor ético alguno, es simplemente el nombre que damos a nuestros errores". El tiempo, las ojeras y las viejas cicatrices te demuestran si todo mereció la pena. Las llamadas, mensajes, fotografías, promesas, lunas y demás "te quieros" se los lleva el viento. Pero lo que sí se mantiene para siempre es la música. Es la forma perfecta de mantener un nítido recuerdo de alguien. Es intrigante cómo una canción puede tener un significado tan diferente según el estado de ánimo de uno mismo.

Porque, al final de los finales, el tiempo pasa. Y si alguien no te quiere, no te busca. Es sencillo. Los disgustos y desamores tampoco son eternos. De repente, el día menos pensado, te encuentras brindando. Ya saben, no lloren porque terminó sonrían porque sucedió. Algunos lo llaman madurez. Yo prefiero denominarlo "hacer callo". Y, como viene a decir el autor del magnífico escrito "Los héroes de la transición": hay amores que matan que nunca mueren, pero no sólo de grandes amores vive el hombre. Y es entonces cuando toca celebrar que lo has superado.

"Brindo por el eterno amigo. Por el paño de lágrimas. Por ése que escuchó cada uno de tus desahogos y esperó su gran momento hasta que tuvo que escuchar también que habías conocido a alguien nuevo. [...]. Brindo por aquel chico que te hizo reír. Por aquel otro que te robó un beso en esa noche en que, tú lo sabes, los tenías de oferta. Por esa chica que se le parecía un poco, pero no era ella. Por las conversaciones que aclaran que sólo somos amigos...".


El/Ella siempre estará ahí. Es imposible dejar atrás tu pasado. Siempre te va a perseguir y va a acabar atrapándote. Pero si logras mirar adelante y vivir libre y feliz contigo mismo, habrás superado el examen. Con nota. Cuando recuerdes a esa persona, sonreirás con alegría. ¡Maldita dulzura la nuestra!


HAAF

jueves, 12 de septiembre de 2013

DEL OCASO AL ALBA

Con el extraño encanto del fondo de las copas y el fragor de una falda cualquiera, conseguí durante años dejar de añorarte algunos viernes y días aunque ninguna noche. Hay mil razones para que no escriba lo que pienso, pero necesito expresar mis sentimientos. Aunque mil lunas han pasado desde aquel enero frío y traicionero, nunca te guardé rencor, pero te eché de menos. Porque al final de los finales, después del orgullo, la cobardía, el tiempo y los silencios, me di cuenta de que mi amor por ti no lo cambiaba ningún invierno. Pero me cansé. Durante este tiempo, me he podido repetir a mí mismo mil veces que lo nuestro es algo utópico y novelesco. Nunca sabré explicar por qué no te llamé.

Quizá orgullo, quizá sensatez, quizá cobardía, pero de nada sirve arrepentirse ni mirar al ayer. Ahora bien, al final supe que mientras dejara esa puerta abierta, mi felicidad y la tuya peligraban. No nos despedimos. Ningún adiós, ni hasta luego. Quizá eso sea lo mejor. Porque aunque lleve muchas lunas peleando a la contra y compadeciéndome en la soledad del Ocaso, tengo fe en que algún día la encontraré.

Por el camino, habrá piedras y flores. Con el tiempo te das cuenta de lo que dejaste escapar. En una ocasión, Paul Newman, al ser cuestionado sobre cómo había conseguido estar 50 años casado, respondió con vehemencia: "¿Para qué vas a comerte una hamburguesa fuera si tienes en casa un solomillo?". Pues eso. Yo dejé escapar un solomillo de primera en su día y nunca he dejado de arrepentirme. Mi consejo es que no dejéis escapar a esa persona que aparece en vuestra vida repentinamente porque la cuenta acaba siendo demasiado cara.



Tras el Ocaso, la soledad nocturna es como un cuchillo afilado que te va perforando por dentro cada luna. Cuando crees que puedes dar un paso adelante y olvidar ese desorden afectivo, vuelven los fantasmas y las decepciones. Toda la química, las promesas, las canciones y las palabras se las lleva el viento. La incomprensión, rabia e impotencia se vuelven a adueñar de ti. Ojalá las cosas se enmendaran como antaño, pero vivimos en una sociedad donde lo fácil es tirarlo todo por la borda y huir. Y entonces te vuelves a dar cuenta de que careces de respuestas a tus preguntas. Quizá el problema radique en si las preguntas que te has hecho han sido las idóneas. Nosotros escogemos a quienes dejamos entrar en nuestro mundo. Y salir. Con todo lo que ello conlleva. La vulnerabilidad de los ojos de una pareja cuando se observan refleja a la perfección la realidad de esa relación.

Por todo ello, aprendiendo de los errores, mirando con recelo al pasado y con escarcha en el pelo, te sientes preparado para lo que venga. Eso sí, con la esperanza intacta y la ilusión de un niño que, tras el frío de la noche y la lluvia arreciante golpeando contra la ventana de su maltrecho corazón, piensa que algún día volverá a escampar. Y el Alba te permitirá atrapar con la yema de los dedos una oportunidad en forma de tren que no deberás dejar escapar. Algún día. Y si no, desde la utopía de un más que improbable regreso a algo parecido a lo que un día fue, sólo me quedará exhalar desde la cama cada madrugada, un agónico, pero reconfortante: "buenas noches".



"A hundred days have made me older since the last time that I saw your pretty face...".

HAAF