Es curioso la claridad con la que uno piensa cuando ya no
tiene nada que perder y mucho que ganar. O nada que ganar y mucho que perder.
Los hombres y mujeres de hoy en día tendemos (y extrañamente adoramos) a jugar
al ratón y al gato en lo que a relaciones amorosas se refiere. Toda persona a
la que le acaban de dejar atraviesa inexcusable e inexorablemente por una serie
de fases. A saber:
1- Fase del corazón partío: Es la fase más dura. Toda tu vida se desmorona de la noche a la
mañana como un castillo de naipes. Las noches se hacen eternas y tus ojos
amanecen hinchados por las lágrimas y el insomnio. Tu cabeza se llena de dudas
mientras tu corazón se despedaza lentamente anhelando una esperada llamada que jamás llega. Todas
las canciones, todas las películas, absolutamente todo te recuerda a esa
persona y a lo que teníais. ¿Cuántas veces hemos pensado en mandar un mensaje a
esa persona y poder destruir para siempre ese dolor en forma de nudo en el
estómago? Sin embargo, los largos días acaban pasando con un único pensamiento:
¿por qué?
2- Fase de la
exaltación: Tras unos días, semanas e incluso meses de profunda agonía,
tratas de que tu vida cobre algo de sentido. Como buen aprendiz del amor, te
crees fervientemente la teoría de que "un clavo saca otro clavo". Y
comienzas a salir una media de tres o cuatro veces a la semana, cogiéndote las
cogorzas del siglo, maldiciendo el amor y perjurando que no volverás a caer en
las redes de cupido. Además, ansías llenar ese vacío existencial con la primera
(o el primero) que se te ponga por delante. Así entras en una peligrosa espiral
de recordar los cuerpos y olvidar los nombres.
Por si fuera poco, tratas de demostrar por todos los medios y en todas las redes sociales posibles lo feliz que eres y lo bien que has superado esa 'nada traumática' relación. Todo ello con fotos sonriendo a más no poder y rodeado de personas muy atractivas del sexo opuesto. El problema es que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. El alcohol juega a veces muy malas pasadas. Y el destino, ni os cuento.
3- Fase del
tocamiento de fondo: Cuando parece que por fin hemos superado el difícil
trance. Cuando tu familia y tus amigos han conseguido reflotarte de forma
encomiable (nunca se les podrá agradecer lo suficiente su ayuda). Cuando tus
sueños reencarnados en pesadillas comienzan a tocar su fin. Cuando consigues llegar a pensar: "Hoy va a ser el día menos pensado". En definitiva, cuando la vida
vuelve a sonreírnos aunque sólo sea un poco. Entonces es cuando aparece de
nuevo esa persona. Como si tuviera un radar. Toda esa recuperación se va al
garete y el shock postraumático que se produce en tu interior se exterioriza a
través de un escalofrío que te deja helado.
A pesar de todo, y como buenos cabezotas que somos algunos,
conseguimos sacar la entereza suficiente para hacer el saludo de rigor y un par
de preguntas de cara a la galería. Todo ello mientras dos únicas cuestiones te
ronda la cabeza: "¡Qué guapa está la condenada!" y "¿debí haber enviado que reescribí unas 1.000 veces aunque fuera arrastrarme? Evidentemente, esa pregunta nunca obtendrá una sensata respuesta, aunque el tiempo demuestra que es mejor arrepentirse de algo que has hecho que de algo que ni intentaste.
4- Fase de la
Transición
Como diría Oscar Wilde: "La experiencia no tiene valor ético alguno, es simplemente el nombre que damos a nuestros errores". El tiempo, las ojeras y las viejas cicatrices te demuestran si todo mereció la pena. Las llamadas, mensajes, fotografías, promesas, lunas y demás "te quieros" se los lleva el viento. Pero lo que sí se mantiene para siempre es la música. Es la forma perfecta de mantener un nítido recuerdo de alguien. Es intrigante cómo una canción puede tener un significado tan diferente según el estado de ánimo de uno mismo.
Porque, al final de los finales, el tiempo pasa. Y si alguien no te quiere, no te busca. Es sencillo. Los disgustos y desamores tampoco son eternos. De repente, el día menos pensado, te encuentras brindando. Ya saben, no lloren porque terminó sonrían porque sucedió. Algunos lo llaman madurez. Yo prefiero denominarlo "hacer callo". Y, como viene a decir el autor del magnífico escrito "Los héroes de la transición": hay amores que matan que nunca mueren, pero no sólo de grandes amores vive el hombre. Y es entonces cuando toca celebrar que lo has superado.
"Brindo por el eterno amigo. Por el paño de lágrimas. Por ése que escuchó cada uno de tus desahogos y esperó su gran momento hasta que tuvo que escuchar también que habías conocido a alguien nuevo. [...]. Brindo por aquel chico que te hizo reír. Por aquel otro que te robó un beso en esa noche en que, tú lo sabes, los tenías de oferta. Por esa chica que se le parecía un poco, pero no era ella. Por las conversaciones que aclaran que sólo somos amigos...".
El/Ella siempre estará ahí. Es imposible dejar atrás tu pasado. Siempre te va a perseguir y va a acabar atrapándote. Pero si logras mirar adelante y vivir libre y feliz contigo mismo, habrás superado el examen. Con nota. Cuando recuerdes a esa persona, sonreirás con alegría. ¡Maldita dulzura la nuestra!
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