Con el extraño encanto del fondo de las copas y el fragor de una falda cualquiera, conseguí durante años dejar de añorarte algunos viernes y días aunque ninguna noche. Hay mil razones para que no escriba lo que pienso, pero necesito expresar mis sentimientos. Aunque mil lunas han pasado desde aquel enero frío y traicionero, nunca te guardé rencor, pero te eché de menos. Porque al final de los finales, después del orgullo, la cobardía, el tiempo y los silencios, me di cuenta de que mi amor por ti no lo cambiaba ningún invierno. Pero me cansé. Durante este tiempo, me he podido repetir a mí mismo mil veces que lo nuestro es algo utópico y novelesco. Nunca sabré explicar por qué no te llamé.
Quizá orgullo, quizá sensatez, quizá cobardía, pero de nada sirve arrepentirse ni mirar al ayer. Ahora bien, al final supe que mientras dejara esa puerta abierta, mi felicidad y la tuya peligraban. No nos despedimos. Ningún adiós, ni hasta luego. Quizá eso sea lo mejor. Porque aunque lleve muchas lunas peleando a la contra y compadeciéndome en la soledad del Ocaso, tengo fe en que algún día la encontraré.
Por el camino, habrá piedras y flores. Con el tiempo te das cuenta de lo que dejaste escapar. En una ocasión, Paul Newman, al ser cuestionado sobre cómo había conseguido estar 50 años casado, respondió con vehemencia: "¿Para qué vas a comerte una hamburguesa fuera si tienes en casa un solomillo?". Pues eso. Yo dejé escapar un solomillo de primera en su día y nunca he dejado de arrepentirme. Mi consejo es que no dejéis escapar a esa persona que aparece en vuestra vida repentinamente porque la cuenta acaba siendo demasiado cara.
Tras el Ocaso, la soledad nocturna es como un cuchillo afilado que te va perforando por dentro cada luna. Cuando crees que puedes dar un paso adelante y olvidar ese desorden afectivo, vuelven los fantasmas y las decepciones. Toda la química, las promesas, las canciones y las palabras se las lleva el viento. La incomprensión, rabia e impotencia se vuelven a adueñar de ti. Ojalá las cosas se enmendaran como antaño, pero vivimos en una sociedad donde lo fácil es tirarlo todo por la borda y huir. Y entonces te vuelves a dar cuenta de que careces de respuestas a tus preguntas. Quizá el problema radique en si las preguntas que te has hecho han sido las idóneas. Nosotros escogemos a quienes dejamos entrar en nuestro mundo. Y salir. Con todo lo que ello conlleva. La vulnerabilidad de los ojos de una pareja cuando se observan refleja a la perfección la realidad de esa relación.
Por todo ello, aprendiendo de los errores, mirando con recelo al pasado y con escarcha en el pelo, te sientes preparado para lo que venga. Eso sí, con la esperanza intacta y la ilusión de un niño que, tras el frío de la noche y la lluvia arreciante golpeando contra la ventana de su maltrecho corazón, piensa que algún día volverá a escampar. Y el Alba te permitirá atrapar con la yema de los dedos una oportunidad en forma de tren que no deberás dejar escapar. Algún día. Y si no, desde la utopía de un más que improbable regreso a algo parecido a lo que un día fue, sólo me quedará exhalar desde la cama cada madrugada, un agónico, pero reconfortante: "buenas noches".
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