El lunés al café de media mañana recibimos, y
desgraciadamente acatamos, una de las sentencias judiciales más controvertidas
de la historia de España. No voy a detenerme en explicar qué es la Doctrina
Parot, o cómo, cuándo y por qué se aplicó en nuestro país. Para eso
están los datos y las informaciones que han salido a la palestra en las últimas
horas. Que cada uno saque sus propias conclusiones
Simplemente, me gustaría hacer una reflexión en la que parece que ha incidido poca gente. Y es ponerse en la piel de las víctimas y
familiares de estos terroristas o violadores sanguinarios. Creo
sinceramente que muchos han perdido la perspectiva de todo este
asunto. En primer lugar, pocos dudan que la Doctrina Parot es jurídicamente
discutible, especialmente su aplicación retroactiva. Pero también es
cierto que a lo que se limitó el Tribunal Supremo español fue a
interpretar la contabilidad de las condenas (merecidas) de cientos de
terroristas. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha aplicado la Ley a rajatabla, pero no ha hecho justicia y, ni mucho menos, ha respetado el dolor de las víctimas. Un precio demasiado caro.
Desde el punto de vista ético, moral y
jurídico, no es lo mismo asesinar a una persona que a 30. Y eso no podía quedar
impune. Además, a pesar de que los Gobiernos democráticos españoles debieron
legislar al respecto antes de 1995 este asunto en el Código Penal, no es menos
cierto que España es un caso especial dentro de Europa. La democracia llegó aquí décadas después que a muchos de nuestros países vecinos.
Y el Código Penal de 1973 no fue
especialmente malévolo, estricto y duro con estas condenas porque por entonces el terrorismo en España no era tan cruento, constante y reforzado comparado con unos años más tarde. ¿Fue un
error? Por supuesto que sí, pero Estrasburgo podía haber sido más sensible y
comprensivo con un país que lleva dos años sin saber nada de las
alimañas de ETA, pero que sufrió en sus propias carnes 829 asesinatos
que no pueden (ni deben quedar) en el olvido. Ya saben, ni olvido ni
perdón.
Estrasburgo se ha limitado a cumplir la Ley,
y está en su derecho. Pero dejemos a un lado las libertades y los derechos
fundamentales de los terroristas por los que en las últimas horas han sacado pecho muchos demagogos y populistas. En esta vida, tu libertad termina donde
empieza la del otro. En el momento en que tú sobrepasas esa barrera, ya
no existe el mismo catálogo de derechos y deberes que los demás.
Si les digo la verdad, lo que me ha
sorprendido es la especial sensibilidad de muchos con estos terroristas
sanguinarios. Muchos de ellos callaron (y aún callan) cuando se les recuerda
que el Gobierno español permitió al etarra Bolinaga salir de prisión para morir dignamente, ya que supuestamente existía un 50% de posibilidades de que por su cáncer 'terminal' falleciera en el plazo de seis meses desde su diagnóstico (agosto de 2012) y un 90% en un año, esto es, antes de septiembre de 2013. Pues bien, Bolinaga sigue
vivito y coleando, igual que De Juana Chaos o la más conocida actualmente, Inés
del Río.
No escuché a nadie en su momento poner el
grito en el cielo con Bolinaga. Independientemente de que le queden uno, dos o 20 meses de vida, es inconcebible que esta escoria pudiera falsear sus reconocimientos médicos, tal y como exclamaron ciertas personas resignadas desde el País Vasco. O incluso que se negara recientemente a ser examinado por un médico de la Audiencia Nacional.
¿Tiene algo que ver Bolinaga con la Doctrina
Parot? No quiero mezclar churras con merinas. Pero es evidente que en España se
legisla y se juzga en beneficio del reo. ¿Y las víctimas y sus familiares? Sí,
esas personas que tienen que aguantar homenajes a terroristas sanguinarios,
actos de enaltecimiento del terrorismo y demás asquerosas situaciones, con el
más profundo del dolor y la impotencia. Porque les recuerdo que el número de
reinserciones y de arrepentimientos de estos asesinos es mínimo. ¿Acaso tienen derecho a reírse de España y sus ciudadanos? Con esta injusticia, hemos perdido una batalla, pero ganaremos la guerra. Con la mejor de las armas: la Democracia. Y sus Leyes. Sin resquicios para delinquir de forma gratuita e impune.
No sé ustedes, pero a mí cada vez me cuesta más creer en esto del Estado de Derecho. Más concretamente desde que España no
es un Estado, sino una casa de alterne donde la separación de poderes es
inexistente. Es evidente que Justicia y Derecho no van de la mano, pero me preocupa que estemos confundiendo quiénes son los buenos y los malos, los
héroes y los villanos. Y los vencedores y los vencidos.
Aquí un día va a pasar algo grave, y espero
que esos a los que se les llena la boca hablando de derechos y libertades de
etarras, no se lleven las manos a la cabeza. Vuelta a la Edad Media. Ley del
Talión. Pues a mí eso me entristecería. Como abogado, soy de esos utópicos que
aún continúa pensando en una justicia imparcial. Y en que es mejor que el
asesino o violador de un familiar tuyo se pudra en la cárcel antes de que
te tomes la justicia por tu mano. Y por mucho que se diga en caliente, la Ley del Talión no satisface nunca a la víctima. Porque ésa no es la
solución. Ojo por ojo... y al final todos ciegos.
HAAF
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