Confieso que ha sido una tarea verdaderamente ardua comenzar a escribir tras la borrachera que me he agarrado de Cholismo (sentimental y del otro) en los últimos tiempos. Afortunadamente, no hay mejor antídoto contra la resaca que sentarte a expresar lo que sientes al abrigo de una buena cerveza. Y los largos paseos de primavera por las calles de Madrid, ayudan, siempre que la alergia te lo permita.
Hoy me apetece romper una lanza a favor de todas aquellas taras que, como personas imperfectas que somos, forman parte de nuestra existencia. Sin embargo, parece que dichas taras que nos acompañan ayudan a fomentar un pensamiento in crescendo en los tiempos que corren: querer no está de moda. Para muchos, los defectos de tu pareja ayudan a que pronto se esfume la magia tras la lógica pasión inicial, a que tu atracción física por él/ella se vea aminorada o incluso a que desaparezca cualquier sentimiento de amor. Nada más lejos de la realidad. Amig@s, los pequeños 'defectos' son un tesoro. Mis escasos (pero como siempre digo, muy valiosos) lectores habrán podido observar que en muchas ocasiones esbozo un guiño a una de mis películas predilectas: El indomable Will Hunting. Pues bien, en una sublime escena entre Matt Damon y Robin Williams, éste le insta a no cerrar la puerta al amor, y menos, a dejar escapar la oportunidad de conocer a una chica por miedo. No hay nada como que te abran los ojos y te despejen la mente con impagables consejos.
"Quizá lo que te preocupa es que tú dejes de ser perfecto. Te has montado una filosofía perfecta. De ese modo podrás pasar toda tu vida sin conocer a nadie de verdad.
Mi mujer se tiraba pedos cuando estaba nerviosa. Tenía esos pequeños detalles que le hacían maravillosa. Se tiraba pedos mientras dormía. Una vez soltó uno tan fuerte que despertó al perro. Ella se despertó y dijo: "¿Has sido tú? Y le dije "Sí".
Lleva muerta dos años y sólo recuerdo estas chorradas. Son maravillosas sabes. Estos pequeños detalles son una de las cosas que encuentro a faltar. Las pequeñas idiosincrasias, como yo las llamaba, la convertían en mi mujer. Y ella sabía muchas cosas sobre mí, conocía todos mis pecadillos. La gente llama a estas cosas defectos, pero no lo son. Son lo mejor. Nosotros escogemos a quien dejamos entrar en nuestro mundo.
No eres perfecto amigo y voy a ahorrarte el suspense. La chica que conociste tampoco es perfecta. Lo único que importa es si sois perfectos como pareja. Ésa es la clave. La intimidad se basa en eso".
Sería un error caer en la generalización constante de que hoy en día quedan cuatro románticos que crean en esto de las pequeñas idiosincrasias, y por ende, del amor. Porque no es así y porque me niego a pensarlo. Porque por ahí fuera hay muchos que quieren a su pareja y, sobre todo, que lo demuestran. Con cariño, mimo y respeto. El problema es que a veces esas personas agazapan sus sentimientos, en plan aficionados del Atlético de Madrid. Y luego aparecen y uno se pregunta: ¿de dónde ha salido tanto colchonero? ¿Dónde han estado todo este tiempo? Esto es tres cuartos de lo mismo. Hay que pensar que cuando menos te lo esperas, ganas y celebras ese triunfo rompiendo el tópico tan socorrido de que la primavera sentimental no llega.
Volviendo al tema que nos concierne, hay cientos de ejemplos de personas enamoradas de las pequeñas idiosincrasias. Siguiendo con el símil futbolero, durante la éxtasis nocturna de la celebración del título liguero del Atlético, observé con admiración cómo una colchonera (feliz) enfundaba constantemente, con cierto éxito, su bufanda rojiblanca a su novio. Él, más que probable madridista de corazón, ponía cara de circunstancias, pero su sonrisa le delataba. En el fondo, estaba encantado. Su chica era feliz. Y todo lo demás no importaba. Diréis que con la final de la Champions será distinto. Puede ser. Dicen que en el amor y en la guerra no hay amigos. Y en el fútbol, tampoco. Pero aunque seamos la generación que cruza en rojo sin mirar, quizá podamos aprender una valiosa lección. Hay que relativizar los problemas, buscar soluciones y poner al mal tiempo buena cara. Me explico.
¿Pierde el Real Madrid? ¿Pierde el Atlético de Madrid? Bueno, ya ganarán. ¿Está lloviendo a cántaros y tú habías maquinado un plan al solecito? Pues lo sustituyes por una tarde de peli y manta (planazo, ¿eh?), que vale más que cualquier viaje por el mundo. Conforme escribo esto, me doy cuenta de lo mayor que me estoy haciendo. Y no entiendo por qué. Cuento unas historias de abuelo cebolleta, que si mis amigos me leyesen (¡Dios me libre!), me harían una Intervención, al más puro estilo Cómo conocí a vuestra madre. Y a lo que yo quería llegar antes de irme por los cerros de Úbeda es que en esta vida, casi todo tiene solución. Sólo hay que dar con la tecla adecuada.
Lo cierto es que se me había olvidado cómo era esto de ser feliz en primavera. La lluvia se resiste espartanamente a abandonarnos, pero yo le veo el lado positivo hasta a esperarte en Casa Paco. Y al olor a tierra mojada, que me apasiona tanto o más que el olor a café. Del verano ya hablaremos otro día, aunque parece que es la época en la que la gente le gusta tirarse a la piscina del adulterio o de los amores imposibles estivales. Con lo fácil que es darse cuenta de que los amores verdaderos se fraguan entre la improvisación y la cerveza. Y se cuidan regándolos a diario, siendo conscientes de que no tiene nada que ver con lo que esperas conseguir, sino con lo que esperas dar a la otra persona, que es todo (Katharine Hepburn dixit). Éso te lo da la experiencia y el ir haciendo callo con los años.
Antes de caer en la zozobra en bucle (¿será porque me he convertido en un acérrimo a los blogs amorosos de GQ?), vuelvo a reiterar lo importante que es disfrutar del día a día. Saborear cada segundo de nuestra existencia como el Gin Tonic en copa de balón. Deberíamos vivir más y compartir menos nuestra vida. Menos redes sociales y menos gaitas. La felicidad está en las cosas sencillas. Y en combatir el cansancio durmiendo y soñando contigo. Por el momento no tengo nada más que decir. Ah, se me olvidaba lo más importante. ¡Que viva el amor valiente!
HAAF
* "Hace tiempo que yo ya no sonreía tanto".
Lo cierto es que se me había olvidado cómo era esto de ser feliz en primavera. La lluvia se resiste espartanamente a abandonarnos, pero yo le veo el lado positivo hasta a esperarte en Casa Paco. Y al olor a tierra mojada, que me apasiona tanto o más que el olor a café. Del verano ya hablaremos otro día, aunque parece que es la época en la que la gente le gusta tirarse a la piscina del adulterio o de los amores imposibles estivales. Con lo fácil que es darse cuenta de que los amores verdaderos se fraguan entre la improvisación y la cerveza. Y se cuidan regándolos a diario, siendo conscientes de que no tiene nada que ver con lo que esperas conseguir, sino con lo que esperas dar a la otra persona, que es todo (Katharine Hepburn dixit). Éso te lo da la experiencia y el ir haciendo callo con los años.
Antes de caer en la zozobra en bucle (¿será porque me he convertido en un acérrimo a los blogs amorosos de GQ?), vuelvo a reiterar lo importante que es disfrutar del día a día. Saborear cada segundo de nuestra existencia como el Gin Tonic en copa de balón. Deberíamos vivir más y compartir menos nuestra vida. Menos redes sociales y menos gaitas. La felicidad está en las cosas sencillas. Y en combatir el cansancio durmiendo y soñando contigo. Por el momento no tengo nada más que decir. Ah, se me olvidaba lo más importante. ¡Que viva el amor valiente!
HAAF
* "Hace tiempo que yo ya no sonreía tanto".
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