Una noche cualquiera. Siete u ocho convidados
sonríen, conscientes de que se avecina otra velada inolvidable. O quizá no,
porque eso es lo bonito de los planes espontáneos. Sin duda, la perfecta
ejemplificación de una amistad. De una verdadera amistad, concretamente. Quizá
porque corren los tiempos más difíciles que uno recuerda, es cuando más hay que
agarrarse a la importancia de las pequeñas cosas. Y a darles el valor que
merecen. Un grupo de amigos es como un equipo. Su valor no radica en los
caracteres, virtudes o defectos individuales, sino en el éxito que consiguen en
su conjunto. Y todo ello bajo valores innegociables, como la confianza, generosidad,
empatía y, sobre todo, la lealtad.
Al final, la amistad no es un negocio de ida y vuelta basado en tópicos que exijan mutuas y recíprocas acciones. Es conseguir un feedback basado simplemente en la sinceridad y en lograr evadirte de forma victoriosa y abstraerse de este mundo que nos rodea. Porque la amistad no es sólo exacerbar tu amor por los tuyos con unas copas de más. Es saber que (sin pedírselo) un amigo se tiraría por ti a las vías de tren si con ello te evitase cualquier perjuicio. Es saber que al descolgar el teléfono podrás telefonearle a cualquier hora del día para sacarle de la tediosa pose de pijama y manta y contarle in situ cerve en mano que el amor ha vuelto a ser esquivo y cruel contigo. Es saber que las discusiones bizantinas con amigos sobre lo mal que está el mercado femenino son las más monótonas (y las más divertidas). Es saber que las discusiones bizantinas con amigas sobre lo incierto del tópico "no todas somos iguales" son las más segundas más monótonas (y las segundas más divertidas). Es convertir en una auténtica batalla dialéctica entre ellos, que piensan que Ross no tuvo culpa porque él y Rachel estaban "tomándose un descanso" y ellas, que piensan radicalmente lo opuesto.
La amistad es saber interpretar con
sinceridad y comprensión que una imagen vale más que mil palabras. Es saber que
cuando lo estás pasando realmente mal no necesitas un hombro en el que llorar,
sino evadirte por unos instantes con los tuyos tratando de pasar página. Es
narrar con la misma ilusión y gracia de siempre viejas anécdotas como si fuera
la primera vez que se recuerdan. Es brindar con los tuyos por la victoria, por
el empate y por el enésimo fracaso futbolero. Es saber que, con una pequeña ayuda de tus amigos, y quizá con unos cuantos Gin Tonics de más, se puede arreglar el panorama
político, económico y deportivo en un santiamén.
La amistad es recordar con nostalgia épocas pasadas, también a todos aquellos que quedaron en el olvido. Porque no nos
engañemos. Aunque sea falso aquello de que se cuentan con los dedos de una mano
los verdaderos amigos, con el paso del tiempo, hay amigos que se pierden por el
mero hecho de que no todos los caminos discurren de forma paralela. En la misma
línea, hay amistades que se cuidan solas, con la posible ausencia de noticias
durante meses, pero con la firme convicción de que con una simple llamada, nada habrá cambiado. Ya saben: "que en este mundo de tristezas y de dudas, nunca te falte pa' espantarlas un amigo".
La amistad es saber dónde está la frontera
entre la amistad verdadera y el amor... si es que la hay. Es saber que madurar
rodeado de los mismos amigos de siempre es una de las cosas más bonitas y que
más hay que saber apreciar. Es saber estar orgulloso a la par que crítico con los tuyos. En las buenas y en las malas. Es saber estar. Es saber perdonar
cuando toca. Y cuando no, también. Es saber interpretar un gesto con una
complicidad única. Es abrazar a tu amiga antes de que su rostro derrame la
primera lágrima tras tropezar accidentalmente con suex. Y acto seguido maldecir para tus adentros la escasa fortuna de una mujer de bandera que, al querer lo que envenena, tampoco le salen las cuentas.
En definitiva, la amistad es compartir un proyecto en común juntos. No ha lugar a dudas. Tan importante es el amigo que ejerce de
líder, como el silencioso al que hay que saber escuchar porque siempre que hable tendrá algo sabio que decir. Tanto el amigo que ejerce de Chandler Bing, como
el que se limita a escuchar con atención. Tanto el sabelotodo, como el realmente culto. Tanto el sensato que trata de poner
cordura, como el que propugna destrozar todo el mobiliario urbano. Tanto el romántico y sensible, como el misógino. Tanto el
ligón, como el que no se come un colín. Tanto la que tiene derecho a roce, como
la que no. Es así. Todos son igual de importantes. Porque somos un equipo. Uno
para todos. Y todos para uno.
HAAF
HAAF