lunes, 9 de diciembre de 2013

Evasión (y victoria): oda a la amistad

Una noche cualquiera. Siete u ocho convidados sonríen, conscientes de que se avecina otra velada inolvidable. O quizá no, porque eso es lo bonito de los planes espontáneos. Sin duda, la perfecta ejemplificación de una amistad. De una verdadera amistad, concretamente. Quizá porque corren los tiempos más difíciles que uno recuerda, es cuando más hay que agarrarse a la importancia de las pequeñas cosas. Y a darles el valor que merecen. Un grupo de amigos es como un equipo. Su valor no radica en los caracteres, virtudes o defectos individuales, sino en el éxito que consiguen en su conjunto. Y todo ello bajo valores innegociables, como la confianza, generosidad, empatía y, sobre todo, la lealtad.


Al final, la amistad no es un negocio de ida y vuelta basado en tópicos que exijan mutuas y recíprocas acciones. Es conseguir un feedback basado simplemente en la sinceridad y en lograr evadirte de forma victoriosa y abstraerse de este mundo que nos rodea. Porque la amistad no es sólo exacerbar tu amor por los tuyos con unas copas de más. Es saber que (sin pedírselo) un amigo se tiraría por ti a las vías de tren si con ello te evitase cualquier perjuicio. Es saber que al descolgar el teléfono podrás telefonearle a cualquier hora del día para sacarle de la tediosa pose de pijama y manta y contarle in situ cerve en mano que el amor ha vuelto a ser esquivo y cruel contigo. Es saber que las discusiones bizantinas con amigos sobre lo mal que está el mercado femenino son las más monótonas (y las más divertidas). Es saber que las discusiones bizantinas con amigas sobre lo incierto del tópico "no todas somos iguales" son las más segundas más monótonas (y las segundas más divertidas). Es convertir en una auténtica batalla dialéctica entre ellos, que piensan que Ross no tuvo culpa porque él y Rachel estaban "tomándose un descanso" y ellas, que piensan radicalmente lo opuesto.

La amistad es saber interpretar con sinceridad y comprensión que una imagen vale más que mil palabras. Es saber que cuando lo estás pasando realmente mal no necesitas un hombro en el que llorar, sino evadirte por unos instantes con los tuyos tratando de pasar página. Es narrar con la misma ilusión y gracia de siempre viejas anécdotas como si fuera la primera vez que se recuerdan. Es brindar con los tuyos por la victoria, por el empate y por el enésimo fracaso futbolero. Es saber que, con una pequeña ayuda de tus amigos, y quizá con unos cuantos Gin Tonics de más, se puede arreglar el panorama político, económico y deportivo en un santiamén.

La amistad es recordar con nostalgia épocas pasadas, también a todos aquellos que quedaron en el olvido. Porque no nos engañemos. Aunque sea falso aquello de que se cuentan con los dedos de una mano los verdaderos amigos, con el paso del tiempo, hay amigos que se pierden por el mero hecho de que no todos los caminos discurren de forma paralela. En la misma línea, hay amistades que se cuidan solas, con la posible ausencia de noticias durante meses, pero con la firme convicción de que con una simple llamada, nada habrá cambiado. Ya saben: "que en este mundo de tristezas y de dudas, nunca te falte pa' espantarlas un amigo".

La amistad es saber dónde está la frontera entre la amistad verdadera y el amor... si es que la hay. Es saber que madurar rodeado de los mismos amigos de siempre es una de las cosas más bonitas y que más hay que saber apreciar. Es saber estar orgulloso a la par que crítico con los tuyos. En las buenas y en las malas. Es saber estar. Es saber perdonar cuando toca. Y cuando no, también. Es saber interpretar un gesto con una complicidad única. Es abrazar a tu amiga antes de que su rostro derrame la primera lágrima tras tropezar accidentalmente con suex. Y acto seguido maldecir para tus adentros la escasa fortuna de una mujer de bandera que, al querer lo que envenena, tampoco le salen las cuentas. 

En definitiva, la amistad es compartir un proyecto en común juntos. No ha lugar a dudas. Tan importante es el amigo que ejerce de líder, como el silencioso al que hay que saber escuchar porque siempre que hable tendrá algo sabio que decir. Tanto el amigo que ejerce de Chandler Bing, como el que se limita a escuchar con atención. Tanto el sabelotodo, como el realmente culto. Tanto el sensato que trata de poner cordura, como el que propugna destrozar todo el mobiliario urbano. Tanto el romántico y sensible, como el misógino. Tanto el ligón, como el que no se come un colín. Tanto la que tiene derecho a roce, como la que no. Es así. Todos son igual de importantes. Porque somos un equipo. Uno para todos. Y todos para uno.

HAAF


domingo, 24 de noviembre de 2013

Media langosta en noviembre

* "Pido pues a mi orgullo que siempre vaya del brazo con mi cordura. Y cuando me abandone mi cordura, pues le gusta alzar el vuelo, que mi orgullo vuele siquiera del brazo con mi locura". Friedrich Nietzsche
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Noviembre es por defecto ese mes del año en el que se debe (y no se lleva a cabo) hacer balance de lo ganado y perdido hasta la fecha. De las promesas optimistas realizadas a toda prisa en Año Nuevo en un folio guardado como el más preciado de los tesoros.

Noviembre es ese mes en el que te das cuenta que la Navidad está a la vuelta de la esquina y a ti te ha pillado sin hacer los deberes. Y encima pasa con más pena que gloria, como el miércoles en una semana cualquiera.

Noviembre tiene ese halo que a veces le hace mágico. Y por ello puede convertirse en un Noviembre dulce. Los amores de verano han quedado sepultados hasta nueva orden y quizá el frío venga acompañado de un brote de sentimientos nuevos en tu interior; sentimientos que hacen recorrer una brisa de satisfacción, ilusión y paz en tu alma en oferta que nunca vendiste.

Noviembre es denostado por aquellos que claman a los cuatro vientos que el invierno y el frío hayan venido para quedarse. Pero, ¿qué pasa con el encanto de los paseos bajo una lluvia torrencial?, ¿o con los chocolates calientes con churros a las siete de la tarde siendo noche cerrada?, ¿o poder calentarle la mano mientras ella esboza una sonrisa sincera de agradecimiento y unos mofletes rojos sedientos de amor?

Noviembre es de escorpio y sagitario. De setas que acompañen cualquier manjar. De conciertos al abrigo de un buen vino. De citas en el cine. De comerte sus palomitas sin disimulo alguno. De coger su mano helada. De sobremesas que se alargan más que nunca. De orgullo presente. De preciosos días anegados de rayos de sol que evocan por ciertos instantes la mejor de las primaveras. De anécdotas al calor de un gin tonic y esos grandes Héroes de la Transición. De camareras que siempre quisieron escuchar.

Noviembre es ese mes de jodidas historias de amor o de historias de amor jodidas. De encargar en tu pensamiento regalos que no comprarás hasta finales de diciembre o hasta que las luces de Navidad de la Castellana te alerten.

Noviembre a veces puede recordarte a ella. A cómo le colocabas la bufanda para que no se agudizara su resfriado. A cómo se mosqueaba cuando le robabas la nariz una y otra vez como si fuera una niña pequeña. A los besos esquimales. A las tardes interminables (no lo suficientemente interminables) en el Starbucks. A cuando te sentías aliviado y afortunado por dejar pasar otro autobús porque "ya llegará otro" y porque lo último que querías era dejarla escapar de tus brazos. En definitiva, a saber que las mejores huyen.

Noviembre, pues, puede ser un dardo envenenado de recuerdos que creías olvidados. Como dijo Lennon: "Vivir es fácil con los ojos cerrados". Más difícil es construir nuevos recuerdos con los ojos abiertos. Pero infinitamente más satisfactorio y reconfortante. Por eso mismo, Noviembre puede pasar de ser un mes anodino, a convertirse en el más grande. Y eso te lo puede asegurar quien haya encontrado a su media langosta en noviembre. Bendito mes para los bienaventurados.



* "Aunque el orgullo no es una virtud, es padre de muchas virtudes". John Churton Collins

HAAF

miércoles, 23 de octubre de 2013

Doctrina Parot: justicia, vencedores y vencidos

El lunés al café de media mañana recibimos, y desgraciadamente acatamos, una de las sentencias judiciales más controvertidas de la historia de España. No voy a detenerme en explicar qué es la Doctrina Parot, o cómo, cuándo y por qué se aplicó en nuestro país. Para eso están los datos y las informaciones que han salido a la palestra en las últimas horas. Que cada uno saque sus propias conclusiones

Simplemente, me gustaría hacer una reflexión en la que parece que ha incidido poca gente. Y es ponerse en la piel de las víctimas y familiares de estos terroristas o violadores sanguinarios. Creo sinceramente que muchos han perdido la perspectiva de todo este asunto. En primer lugar, pocos dudan que la Doctrina Parot es jurídicamente discutible, especialmente su aplicación retroactiva. Pero también es cierto que a lo que se limitó el Tribunal Supremo español fue a interpretar la contabilidad de las condenas (merecidas) de cientos de terroristas. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha aplicado la Ley a rajatabla, pero no ha hecho justicia y, ni mucho menos, ha respetado el dolor de las víctimas. Un precio demasiado caro.

Desde el punto de vista ético, moral y jurídico, no es lo mismo asesinar a una persona que a 30. Y eso no podía quedar impune. Además, a pesar de que los Gobiernos democráticos españoles debieron legislar al respecto antes de 1995 este asunto en el Código Penal, no es menos cierto que España es un caso especial dentro de Europa. La democracia llegó aquí décadas después que a muchos de nuestros países vecinos.

Y el Código Penal de 1973 no fue especialmente malévolo, estricto y duro con estas condenas porque por entonces el terrorismo en España no era tan cruento, constante y reforzado comparado con unos años más tarde. ¿Fue un error? Por supuesto que sí, pero Estrasburgo podía haber sido más sensible y comprensivo con un país que lleva dos años sin saber nada de las alimañas de ETA, pero que sufrió en sus propias carnes 829 asesinatos que no pueden (ni deben quedar) en el olvido. Ya saben, ni olvido ni perdón.

Estrasburgo se ha limitado a cumplir la Ley, y está en su derecho. Pero dejemos a un lado las libertades y los derechos fundamentales de los terroristas por los que en las últimas horas han sacado pecho muchos demagogos y populistas. En esta vida, tu libertad termina donde empieza la del otro. En el momento en que tú sobrepasas esa barrera, ya no existe el mismo catálogo de derechos y deberes que los demás.

Si les digo la verdad, lo que me ha sorprendido es la especial sensibilidad de muchos con estos terroristas sanguinarios. Muchos de ellos callaron (y aún callan) cuando se les recuerda que el Gobierno español permitió al etarra Bolinaga salir de prisión para morir dignamente, ya que supuestamente existía un 50% de posibilidades de que por su cáncer 'terminal' falleciera en el plazo de seis meses desde su diagnóstico (agosto de 2012) y un 90% en un año, esto es, antes de septiembre de 2013. Pues bien, Bolinaga sigue vivito y coleando, igual que De Juana Chaos o la más conocida actualmente, Inés del Río.

No escuché a nadie en su momento poner el grito en el cielo con Bolinaga. Independientemente de que le queden uno, dos o 20 meses de vida, es inconcebible que esta escoria pudiera falsear sus reconocimientos médicos, tal y como exclamaron ciertas personas resignadas desde el País Vasco. O incluso que se negara recientemente a ser examinado por un médico de la Audiencia Nacional.

¿Tiene algo que ver Bolinaga con la Doctrina Parot? No quiero mezclar churras con merinas. Pero es evidente que en España se legisla y se juzga en beneficio del reo. ¿Y las víctimas y sus familiares? Sí, esas personas que tienen que aguantar homenajes a terroristas sanguinarios, actos de enaltecimiento del terrorismo y demás asquerosas situaciones, con el más profundo del dolor y la impotencia. Porque les recuerdo que el número de reinserciones y de arrepentimientos de estos asesinos es mínimo. ¿Acaso tienen derecho a reírse de España y sus ciudadanos? Con esta injusticia, hemos perdido una batalla, pero ganaremos la guerra. Con la mejor de las armas: la Democracia. Y sus Leyes. Sin resquicios para delinquir de forma gratuita e impune.

No sé ustedes, pero a mí cada vez me cuesta más creer en esto del Estado de Derecho. Más concretamente desde que España no es un Estado, sino una casa de alterne donde la separación de poderes es inexistente. Es evidente que Justicia y Derecho no van de la mano, pero me preocupa que estemos confundiendo quiénes son los buenos y los malos, los héroes y los villanos. Y los vencedores y los vencidos.

Aquí un día va a pasar algo grave, y espero que esos a los que se les llena la boca hablando de derechos y libertades de etarras, no se lleven las manos a la cabeza. Vuelta a la Edad Media. Ley del Talión. Pues a mí eso me entristecería. Como abogado, soy de esos utópicos que aún continúa pensando en una justicia imparcial. Y en que es mejor que el asesino o violador de un familiar tuyo se pudra en la cárcel antes de que te tomes la justicia por tu mano. Y por mucho que se diga en caliente, la Ley del Talión no satisface nunca a la víctima. Porque ésa no es la solución. Ojo por ojo... y al final todos ciegos.

HAAF

lunes, 30 de septiembre de 2013

Love me (or just read me) when september ends

Amar es combatir. Y él quería quererla como sólo él sabía. Él quería ser su hombro, su almohada y su esperanza. Él quería ser su Sabina, su Serrat y su manta para cobijarla. Él recela de los sueños pasados. Se truncaron los de aquella Luna de verano. Por ello, sacó a relucir su obsoleta prosa recordando que la felicidad está en las pequeñas cosas: En pedir que una Perseida conceda ese oscuro (y anhelado) objeto de deseo. En abrir los candados que cerraron su orgullo desde antaño. En ese equilibrio que sólo le daban sus labios. En los sábados de lluvia, manta y película (¿por qué siempre vemos la que ellas quieren?). En las peleas por los postres, las palomitas, los celos y el lado del colchón. En su cuerpo bañado en salitre y su sonrisa que olvidaba los días grises. En Neruda, Benedetti y los viernes de vino y rosas. En un "te quiero" mirando a los ojos que desarma a cualquiera. En descubrir juntos ese tema de Andrés Suárez. O aquel otro de Carlos Chaouen. En los largos paseos por Madrid. En las llamadas eternas que te hacen feliz. En las cartas sinceras que huelen a ti. Por pedir, pediría repetir ese primer beso hasta el fin.

Septiembre, mes considerado como baño de realidad por antonomasia, toca a retirada. Y él se resigna, consciente de que es una quimera volver a ver cómo los otoños la doran la piel. Él quiere evitar esa lágrima en los conciertos. Y olvidar la pesadumbre con sus besos. Que los lunes no sean lunes con sus ruegos. Vale. Se acabaron los lamentos. Octubre aguarda en el candelero. La madurez aprieta, pero no ahoga. Tómate esto como un "ahora".

¿Y ella? Lo que ella sintió algún día se puede rescatar en un escrito de otra mujer prendada, que con los años se diluyó en el olvido como un azucarillo en una taza de café. Sus palabras son palabras de esperanza, de compromiso, de futuro. Un ejemplo de lo bonito que es cuando amas y eres correspondido. Es sencillamente imposible redactar algo más sincero con menos palabras. Ella quizá le siga queriendo, equivocada en brazos de otro.

"El caso es que pones todo de ti para verme sonreír y hacerme feliz... y es lo que soy... soy feliz... no puedo pedirle nada más a la vida si ya te tengo a ti... pienso en ti y no puedo evitar sonreír... darle las gracias a Dios por lo que tengo... te valoro muchísimo... Hay veces que no me creo que esto esté ocurriendo... que quieras estar conmigo... porque no sé... eres increíble... increíble... me has dado fuerzas para continuar adelante, soy feliz... porque eres la última persona en la que pienso antes de dormirme y la primera nada más despertarme... no podría querer a nadie que no fueras tú... porque con una simple llamada, un te quiero... ya me haces volar... y despertar algo en mí que sólo siento contigo...porque te quiero más que ayer pero menos que mañana... Y si estoy triste, sólo con recordar la última vez que te vi, todo cambia... Un día alguien me dijo que soñara... Los sueños son difíciles de seguir... pero si se mantiene la esperanza viva, se cumplen... eso es lo que me ha pasado contigo... tú eres mi sueño...

No puedo pedirle nada a la vida porque sería pedir por pedir... y porque si tengo que hacerlo... pediría 24 horas a tu lado en las que me dé tiempo a todo menos a perder el tiempo... pido una tarde lluviosa... dentro de una casa gente, sobre un sofá sin cojines para que sólo puedas abrazarme a mí... Por pedir pido, mientras caminamos por cualquier calle, llevarte y traerte al contarte cualquier estupidez... pido pararnos unos segundos ante cualquier escaparate... continuar andando, y que, momentos después me preguntes cuánto costaba ésta o aquella cosa... Entonces me pido contestarte que no lo sé... que no me fijé... porque lo único que he sido capaz de ver en el cristal ha sido tu imagen reflejada, y aquello... no tenía precio... Por pedir... pediría 7.000 peticiones más, alargaría la lista hasta quedarme sin papel, y lo reciclaría para seguir pidiendo; para seguir pidiéndote... Por pedir, me pido sorprenderte, que te dejes sorprender... que te guste que te sorprenda... qué pides tú?"Si quieres... hablamos más allá de septiembre.


HAAF

*Va por ti Vicky, amiga. Estés donde estés. La lacra del cáncer se ha vuelto a llevar a una gran persona. Los que te conocimos siempre te recordaremos como la mejor de las guerreras. "El sosiego de los que se fueron antes no calma el desasosiego de aquellos que le seguirán...".

jueves, 19 de septiembre de 2013

Hablemos de ruina y espina

Es curioso la claridad con la que uno piensa cuando ya no tiene nada que perder y mucho que ganar. O nada que ganar y mucho que perder. Los hombres y mujeres de hoy en día tendemos (y extrañamente adoramos) a jugar al ratón y al gato en lo que a relaciones amorosas se refiere. Toda persona a la que le acaban de dejar atraviesa inexcusable e inexorablemente por una serie de fases. A saber:

1- Fase del corazón partío: Es la fase más dura. Toda tu vida se desmorona de la noche a la mañana como un castillo de naipes. Las noches se hacen eternas y tus ojos amanecen hinchados por las lágrimas y el insomnio. Tu cabeza se llena de dudas mientras tu corazón se despedaza lentamente anhelando una esperada llamada que jamás llega. Todas las canciones, todas las películas, absolutamente todo te recuerda a esa persona y a lo que teníais. ¿Cuántas veces hemos pensado en mandar un mensaje a esa persona y poder destruir para siempre ese dolor en forma de nudo en el estómago? Sin embargo, los largos días acaban pasando con un único pensamiento: ¿por qué?

2- Fase de la exaltación: Tras unos días, semanas e incluso meses de profunda agonía, tratas de que tu vida cobre algo de sentido. Como buen aprendiz del amor, te crees fervientemente la teoría de que "un clavo saca otro clavo". Y comienzas a salir una media de tres o cuatro veces a la semana, cogiéndote las cogorzas del siglo, maldiciendo el amor y perjurando que no volverás a caer en las redes de cupido. Además, ansías llenar ese vacío existencial con la primera (o el primero) que se te ponga por delante. Así entras en una peligrosa espiral de recordar los cuerpos y olvidar los nombres.


Por si fuera poco, tratas de demostrar por todos los medios y en todas las redes sociales posibles lo feliz que eres y lo bien que has superado esa 'nada traumática' relación. Todo ello con fotos sonriendo a más no poder y rodeado de personas muy atractivas del sexo opuesto. El problema es que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. El alcohol juega a veces muy malas pasadas. Y el destino, ni os cuento.

3- Fase del tocamiento de fondo: Cuando parece que por fin hemos superado el difícil trance. Cuando tu familia y tus amigos han conseguido reflotarte de forma encomiable (nunca se les podrá agradecer lo suficiente su ayuda). Cuando tus sueños reencarnados en pesadillas comienzan a tocar su fin. Cuando consigues llegar a pensar: "Hoy va a ser el día menos pensado". En definitiva, cuando la vida vuelve a sonreírnos aunque sólo sea un poco. Entonces es cuando aparece de nuevo esa persona. Como si tuviera un radar. Toda esa recuperación se va al garete y el shock postraumático que se produce en tu interior se exterioriza a través de un escalofrío que te deja helado.

A pesar de todo, y como buenos cabezotas que somos algunos, conseguimos sacar la entereza suficiente para hacer el saludo de rigor y un par de preguntas de cara a la galería. Todo ello mientras dos únicas cuestiones te ronda la cabeza: "¡Qué guapa está la condenada!" y "¿debí haber enviado que reescribí unas 1.000 veces aunque fuera arrastrarme? Evidentemente, esa pregunta nunca obtendrá una sensata respuesta, aunque el tiempo demuestra que es mejor arrepentirse de algo que has hecho que de algo que ni intentaste.

4- Fase de la Transición
Como diría Oscar Wilde: "La experiencia no tiene valor ético alguno, es simplemente el nombre que damos a nuestros errores". El tiempo, las ojeras y las viejas cicatrices te demuestran si todo mereció la pena. Las llamadas, mensajes, fotografías, promesas, lunas y demás "te quieros" se los lleva el viento. Pero lo que sí se mantiene para siempre es la música. Es la forma perfecta de mantener un nítido recuerdo de alguien. Es intrigante cómo una canción puede tener un significado tan diferente según el estado de ánimo de uno mismo.

Porque, al final de los finales, el tiempo pasa. Y si alguien no te quiere, no te busca. Es sencillo. Los disgustos y desamores tampoco son eternos. De repente, el día menos pensado, te encuentras brindando. Ya saben, no lloren porque terminó sonrían porque sucedió. Algunos lo llaman madurez. Yo prefiero denominarlo "hacer callo". Y, como viene a decir el autor del magnífico escrito "Los héroes de la transición": hay amores que matan que nunca mueren, pero no sólo de grandes amores vive el hombre. Y es entonces cuando toca celebrar que lo has superado.

"Brindo por el eterno amigo. Por el paño de lágrimas. Por ése que escuchó cada uno de tus desahogos y esperó su gran momento hasta que tuvo que escuchar también que habías conocido a alguien nuevo. [...]. Brindo por aquel chico que te hizo reír. Por aquel otro que te robó un beso en esa noche en que, tú lo sabes, los tenías de oferta. Por esa chica que se le parecía un poco, pero no era ella. Por las conversaciones que aclaran que sólo somos amigos...".


El/Ella siempre estará ahí. Es imposible dejar atrás tu pasado. Siempre te va a perseguir y va a acabar atrapándote. Pero si logras mirar adelante y vivir libre y feliz contigo mismo, habrás superado el examen. Con nota. Cuando recuerdes a esa persona, sonreirás con alegría. ¡Maldita dulzura la nuestra!


HAAF

jueves, 12 de septiembre de 2013

DEL OCASO AL ALBA

Con el extraño encanto del fondo de las copas y el fragor de una falda cualquiera, conseguí durante años dejar de añorarte algunos viernes y días aunque ninguna noche. Hay mil razones para que no escriba lo que pienso, pero necesito expresar mis sentimientos. Aunque mil lunas han pasado desde aquel enero frío y traicionero, nunca te guardé rencor, pero te eché de menos. Porque al final de los finales, después del orgullo, la cobardía, el tiempo y los silencios, me di cuenta de que mi amor por ti no lo cambiaba ningún invierno. Pero me cansé. Durante este tiempo, me he podido repetir a mí mismo mil veces que lo nuestro es algo utópico y novelesco. Nunca sabré explicar por qué no te llamé.

Quizá orgullo, quizá sensatez, quizá cobardía, pero de nada sirve arrepentirse ni mirar al ayer. Ahora bien, al final supe que mientras dejara esa puerta abierta, mi felicidad y la tuya peligraban. No nos despedimos. Ningún adiós, ni hasta luego. Quizá eso sea lo mejor. Porque aunque lleve muchas lunas peleando a la contra y compadeciéndome en la soledad del Ocaso, tengo fe en que algún día la encontraré.

Por el camino, habrá piedras y flores. Con el tiempo te das cuenta de lo que dejaste escapar. En una ocasión, Paul Newman, al ser cuestionado sobre cómo había conseguido estar 50 años casado, respondió con vehemencia: "¿Para qué vas a comerte una hamburguesa fuera si tienes en casa un solomillo?". Pues eso. Yo dejé escapar un solomillo de primera en su día y nunca he dejado de arrepentirme. Mi consejo es que no dejéis escapar a esa persona que aparece en vuestra vida repentinamente porque la cuenta acaba siendo demasiado cara.



Tras el Ocaso, la soledad nocturna es como un cuchillo afilado que te va perforando por dentro cada luna. Cuando crees que puedes dar un paso adelante y olvidar ese desorden afectivo, vuelven los fantasmas y las decepciones. Toda la química, las promesas, las canciones y las palabras se las lleva el viento. La incomprensión, rabia e impotencia se vuelven a adueñar de ti. Ojalá las cosas se enmendaran como antaño, pero vivimos en una sociedad donde lo fácil es tirarlo todo por la borda y huir. Y entonces te vuelves a dar cuenta de que careces de respuestas a tus preguntas. Quizá el problema radique en si las preguntas que te has hecho han sido las idóneas. Nosotros escogemos a quienes dejamos entrar en nuestro mundo. Y salir. Con todo lo que ello conlleva. La vulnerabilidad de los ojos de una pareja cuando se observan refleja a la perfección la realidad de esa relación.

Por todo ello, aprendiendo de los errores, mirando con recelo al pasado y con escarcha en el pelo, te sientes preparado para lo que venga. Eso sí, con la esperanza intacta y la ilusión de un niño que, tras el frío de la noche y la lluvia arreciante golpeando contra la ventana de su maltrecho corazón, piensa que algún día volverá a escampar. Y el Alba te permitirá atrapar con la yema de los dedos una oportunidad en forma de tren que no deberás dejar escapar. Algún día. Y si no, desde la utopía de un más que improbable regreso a algo parecido a lo que un día fue, sólo me quedará exhalar desde la cama cada madrugada, un agónico, pero reconfortante: "buenas noches".



"A hundred days have made me older since the last time that I saw your pretty face...".

HAAF