sábado, 27 de diciembre de 2014

Kamikazes navideños

Siempre ocurre lo mismo. Antes de que podamos darnos cuenta, tenemos un año más las manos manchadas de Navidad. Sin duda, una época marcada en el calendario con tristeza o indiferencia por algunos y con alegría por la gran mayoría. Unas Fiestas en las que siempre cabe hacer el balance anual de los sueños cumplidos y también de los frustrados. En mi caso, las mejores Navidades de los últimos años, ligeramente empañadas en su inicio por la insatisfacción (que no decepción) de haber vivido in situ el gatillazo del miedo escénico sabinero. Pero tú tranquila. Volveremos a ver al Flaco en directo porque nos debe un Contigo, un Princesa y un Y sin embargo.

Reconozco que desde pequeño he vivido las Fiestas Navideñas con enorme ilusión. Uno recuerda con melancolía las Navidades en las que elaborábamos las cartas a los Reyes Magos como si nos fuera la vida en ello, nos concienciábamos de que había que dejar el suficiente agua para apaciguar la sed de los camellos y confiábamos en que un giratiempo como el de Hermione Granger pudiera permitirnos jugar con los regalos de Reyes más días, antes de empezar de nuevo el colegio.



Con los años, uno sigue teniendo regalos, pero comienza a apreciar estas Fiestas de otra manera. En primer lugar, es una época en la que yo personalmente no concibo otra manera que no sea de disfrutarla en familia, saboreando el magnífico regalo que te ofrece la vida al permitirte cumplir otro año en salud con los tuyos.


El emotivo anuncio de la Lotería navideña de este año tocó la fibra sensible del pueblo español. Sin embargo, la suerte siempre está echada y el Gordo sólo puede tocar a unos pocos. El grueso del país recibe con envidia sana cómo algunos afortunados exhiben su premio el 22 de diciembre anegados de champagne y proclaman a los cuatro vientos aquello de: "Este dinero viene genial para tapar agujeros". Eso sí, es reconfortante saber que al menos un día al año las noticias del telediario están marcadas por la felicidad y la esperanza y no por la corrupción y la crisis económica.


Además de los atracones familiares de Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo y Reyes, esta época es perfecta para devorar polvorones, roscón o, en mi caso, Suchard, en cualquier momento del día. Lo cierto es que si te paras a pensar un momento, tiene poco sentido preparar a conciencia correr la San Silvestre del 31 de diciembre, si en las dos semanas anteriores, destrozas el entrenamiento a base de comida y bebida. Algunos no aprendemos.



Si sobrevives a los mencionados atracones de comidas familiares, a la cena de empresa y a las múltiples cenas de amigos y de antiguos compañeros que siempre quieren reunirse y volver a casa por Navidad (como Fernando Torres), aún te tienen que quedar fuerzas para aguantar a los graciosillos de turno el día 28. No es por malmeter, pero cada año las famosas Inocentadas de los periódicos van perdiendo fuelle. Dónde quedarán aquellos ingeniosos que publicaron desternillantes bromas como el fichaje de Ana Obregón por Real Madrid TV por su relación con Davor Suker.

Al final, pasan los días tan rápido como preveíamos y nos acaba pillando el toro a todos en materia de regalos. Claro, te has pasado varios días de resaca tarareando El Tamborilero de Raphael y viendo en bucle clásicos navideños que jamás pasarán de moda: Solo en Casa, Solo en Casa 2, Family Man, Un padre en apuros y (nunca puede faltar) Love Actually.  Así que, cuando menos te lo esperas, estás metido en medio de la Gran Vía en un embrollo del que sólo se te ocurre salir de una manera: tomándote un chocolate con churros en San Ginés.


Finalmente (y por los pelos), el día 5 consigues acabar con todas las compras pendientes, no sin antes preguntarte por qué esa moda de apuntarte a tantos amigos invisibles. Y como colofón y premio a los deberes hechos, te das el capricho de disfrutar de la Cabalgata de Reyes como cuando eras un retoño.


Y es que las Fiestas Navideñas han de hacernos reflexionar. No sólo debemos sacar nuestra vena generosa en estos días, sino esforzarnos en ser mejor personas el resto del año. Debemos aplicar el Cuento de Navidad de Scrooge a nuestra sociedad actual y luchar porque las desigualdades sociales cada vez sean más pequeñas.

Más allá de lo material, es primordial reflexionar sobre las vicisitudes vitales de cada uno. A mí, llamadme un kamikaze navideño, pero puedo prometer y prometo que a mí hace nueve meses me tocó el Gordo. Y cada día me miro al espejo y estoy orgulloso de haber comprado un boleto de Lotería aquella noche de marzo, que cambió mi vida para siempre y me hizo afortunado para toda la eternidad.


Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.


En 2015 seguiremos en la brecha si Dios quiere.

HAAF

sábado, 6 de diciembre de 2014

Gerónimo

- El amor es una mierda.
- El amor le da alas. Le hace volar. Yo ni lo llamo "amor". Lo llamo "Gerónimo".
- ¿Gerónimo?
- Sí, Gerónimo. Cuando uno se enamora, es capaz de saltar desde lo alto del Empire State sin preocuparse y gritar "Gerónimo" hasta llegar al suelo. Maravilloso.
- Sí, pero después, ¿morir? ¿Quedar aplastado ahí?
- Ya le estoy diciendo que el amor le da alas.


Este excelso diálogo de la película Conspiración entre Mel Gibson (que interpreta a un taxista) y un cliente ejemplifica de alguna manera la (bendita) locura en la que uno vive cuando está enamorado. A veces uno cree que subsiste en un cierto estado de esquizofrenia aguda, en el que el amor te domina hasta límites insospechados y eres esclavo de unos cambios de humor y parecer impropios de una persona coherente y cabal.

Afortunadamente, el tiempo (y Gerónimo) te enseñan a controlar tus impulsos en las relaciones sentimentales, a abortar esos celos puntuales que puntualmente te corroen por dentro, a ser mejor persona y a sentir admiración porque ella aguante tus enfados y manías injustificadas o locuras transitorias.

Gerónimo consigue que madrugues con el mejor de tus ánimos, que las rutinas sean menos pesadas, que beses con la mayor de tus pasiones y que ames con la intensidad de un chiquillo ingenuo e inocente. Con una ilusión desmedida.


Gerónimo te ayuda a cimentar las bases de una relación madura y sólida con el férreo muro de la confianza y a aprender a valorar cada una de las pequeñas idiosincrasias. El tiempo pasa volando y encontrar a tu compañera de viaje, quien consigue que encuentres el significado de Gerónimo, no es una presa fácil. Pero cuando ya la encuentras, tus días raros son menos raros.

Gerónimo provoca que un día te despiertes y pienses que irremediablamente ya no te encuentras en esa temporada de Friends en la que creías encontrarte. Los años pasan, las resacas pesan y las responsabilidades acechan. Sin duda, toca recibirlo con la mejor de tus sonrisas. Ahorro, boda, niños, hipoteca... De repente, tu entorno te martiriza con cosas en las que tu hasta el momento apenas habías reparado.

Por eso es importante saber elegir con quién te 'complicas' la vida. No siempre encuentras a tu verdadero Gerónimo a la primera, no siempre tienes suerte en la elección. A veces, crees jugar con una buena mano de cartas y pierdes. Pero hay que tener el valor de volver a apostar. Sin rendirse. Aunque lleves un lustro perdiendo y con tu memoria anegada de olvido.

Para mí, Gerónimo debe ser tu mejor confidente. Aquel con el que hables de tu Ocaso y pasado sin titubear y sin lágrimas, al calor de un Gin Tonic. Aquel al que abras tu corazón y le relates cómo te lo desmenuzaron y partieron. Aquel con el que una simple mirada de complicidad puede decirte mucho. Aquel con quien no tengas miedo de llorar desconsolado, compartir tus sueños y tus planes de futuro e incluso pelearte por el nombre que tendrían vuestros hipotéticos hijos.

Gerónimo no entiende de distancias, porque cuanto más lejos estés de esa persona, es cuando tienes que demostrarle que estás más cerca que nunca. Podrás estar a miles de kilómetros de distancia, pero nada te impedirá que ella note tu aliento en su cuello y se sienta protegida. Los que encontramos a nuestro Gerónimo y lo perdimos por un tiempo nos sentimos realmente afortunados por haberlo recuperado de nuevo. Porque a pesar de ser entonces un pequeño desastre, de que durante meses el orgullo venciera al corazón, mi cama seguía quejándose fría por su marcha. Y sin embargo...  seguía queriendo compartir mis frecuencias con ella.

Así que ahora, cada vez que me enfado o pongo el grito en el cielo, pienso en Gerónimo. Y me escudo en sabios consejos de Abuela, como darle siempre un beso de buenas noches aunque esté enfadado. Gerónimo también te enseña la importancia del respeto, la fidelidad mutua y el propio espacio de cada uno.

"Dejad que se pose la noche despacio y que el ruido de las sierras calle por un rato. Dejad que se abracen antes de que el maldito tiempo los trunque en pedazos". Lo habíamos tenido realmente cerca y nunca lo habíamos visto. Y antes de que se truncara en pedazos para siempre, improvisamos con la cabeza y el nudo en el estómago, pero con la certeza de que apostar con el corazón no debía ser en balde.

Hace poco más de un año, buscaba sin fortuna mi media langosta en noviembre. Echo la vista atrás y creo que cada uno de los bultos de nuestro equipaje lastró nuestro pasado por algún motivo. A veces me paro a pensarlo, suspiro un momento y esbozo una sonrisa. Y entonces comprendo muchas cosas, doy la importancia justa a la casualidad sobre la causalidad y siempre se me viene a la mente Cortázar y su Rayuela: "Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos".

Te prequise antes de lo que crees, te quiero ahora y te querré siempre, pero no dudes que te amaré mejor.

HAAF




jueves, 16 de octubre de 2014

No estarás sola

Una amiga. Una conocida. Una hermana. Una madre. Una novia. Desgraciadamente, el cáncer de mama ya es un viejo conocido en muchos hogares españoles. Cada año 22.000 mujeres en nuestro país reciben este mazazo en forma de diagnóstico. Y es que un día de repente todo cambia y tu vida se pone patas arriba. Ya de por sí la palabra cáncer impone miedo y respeto, pero cuando te toca vivirlo de cerca, es otro cantar. Porque piensas en que te cambiarías por ese ser querido con los ojos cerrados sin dudarlo, pero entonces te das cuenta de hay cosas que escapan a tu control. También aprendes a relativizar rápidamente tus preocupaciones diarias y la prioridad máxima pasa a ser la salud de tu ser querido.
Gracias a Dios, el de mama es uno de los cánceres menos agresivos y mortales que existen. Si se pilla a tiempo, la curación es aproximadamente de un 97% de los casos. Por eso es tan importante dar el coñazo constantemente (el día mundial contra el cáncer de mama, el 19 de octubre, pero también los otros 364 días del año), con que cada mujer adulta tiene que someterse a revisiones periódicas anuales. Porque en esta enfermedad, como en muchas, el tiempo es oro y la precocidad en el diagnóstico es empezar el partido con un gol de ventaja. Y de verdad hay que concienciarse de que es algo que le puede pasar a cualquiera.
Hoy en día, todos tenemos un caso de cáncer de mama que nos atañe en mayor o menor medida. A partir del terrible diagnóstico que te deja completamente helado, has de mostrar una madurez que no se enseña en ningún lado. La palabra cáncer da pavor, pero la fe, la unión y la fuerza de los tuyos a partir de ese momento es capaz de mover montañas.
Sin duda, la mejor terapia y receta contra cualquier enfermedad (además de escribir), es doble: en primer lugar, rodearte de los mejores profesionales, que pongan todo su empeño y esfuerzo en curar al paciente física (y psicológicamente). En segundo, la unión familiar y del resto de los tuyos. Porque cuando vives una enfermedad de un ser querido y notas el apoyo y aliento constante de los que te rodean, la sensación de agradecimiento y gratificación no se paga con nada. A veces, no necesitas unas palabras de apoyo o ánimo, sino simplemente una mirada de complicidad o un abrazo sincero. Para que sepas que están ahí.
Es realmente curioso porque cuando vives un cáncer de cerca, comienzas a hablar inconscientemente de la enfermedad en primera persona: “estamos enfermos de cáncer”, “tenemos una resonancia mañana”, “no nos toca revisión rutinaria hasta dentro de seis meses”, amén de aprender una serie de jergas y pruebas médicas que no habías oído antes en tu vida: gammagrafías óseas, estadios del cáncer…
A pesar de que la sensación de miedo en forma de nudo en el estómago y escarcha en el pelo vive contigo latente hasta nueva orden, igual que todo cambia para mal, también todo puede cambiar para bien. Y al final del túnel puedes acabar viendo la luz en forma de curación y tranquilidad. Es “La vuelta a la tortilla”, como bien expresó Paco León en su brillante corto, como homenaje a estas valientes guerreras. El optimismo en estos casos es vital. Al igual que la fuerza, pero de eso las mujeres (especialmente las madres), van sobradas. Porque si nos sentimos derrotados, ellas nos hacen más fuertes.
En definitiva, una de las muchas valiosas lecciones que aprendes cuando te toca vivir el cáncer de cerca, es que cuando vienen mal dadas, debes dar la talla y decir que todo va a salir bien, aunque no estés seguro de ello. Debes saber estar y abortar cualquier indicio de lágrima en presencia de los tuyos. Debes procurar que el pánico no se apodere de ti en los momentos más duros, que los hay. Pero sobre todo, debes estar siempre ahí para demostrar todo el amor que sientes por tu ser querido. 
Y es que en el día Mundial contra el Cáncer de Mama (19 de octubre), nada mejor que encontrar palabras de aliento, de ilusión y, sobre todo, de esperanza, para las millones de valientes que día a día nos demuestran su fuerza y coraje contra esta enfermedad. Lo más importante es que sepáis que no estáis solas. Si es necesario, en primera fila de combate, haremos trincheras para protegeros. Todos juntos sacaremos fuerzas de donde sea. Y mi más sentido abrazo y ánimo para aquellas familias y mujeres a los que esta enfermedad (al igual que muchas otras) vence tras una dura porfía. Porque no todos podemos celebrar con lágrimas de alegría unos marcadores negativos o una revisión sin complicaciones. Repito, no estáis solas, nunca lo habéis estado y nunca lo estaréis. Faltaría más. Os lo merecéis todo, guerreras. El día menos pensado todas exclamaréis alto y claro una proclama shakesperiana que relatará vuestra completa curación: “De nuevo en la brecha, amigos míos”.

HAAF
*Para la mejor Madre del mundo

jueves, 18 de septiembre de 2014

¿Qué fue de los buenos?

* "Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos. Éste es uno de esos días".

** "Cuando somos sensibles, cuando nuestros poros no están cubiertos de las implacables placas, la cercanía con la presencia humana, nos sacude, nos alienta, comprendemos que es el otro el que siempre nos salva. Y si hemos llegado a la edad que tenemos es porque otros nos han ido salvando la vida".

La resistencia, de Ernesto Sábato

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Más de dos meses sin dar señales de vida han sido suficientes para que mis escasos fieles pongan el grito en el cielo y me pregunten si me ha sucedido algo o directamente barrunten sin piedad sobre mí. ¿Habrá tocado mi inspiración a su fin?. Lo cierto es que la resaca veraniega está siendo peor de lo que pensaba. Aún estoy digiriendo con la mayor entereza posible que uno de los hombres a los que mayor estima profesaba (en un pedestal), como es Xabi Alonso, haya abandonado el Real Madrid al más puro estilo Nancy Sinatra. De un día para otro, sin anestesia, y lo que es peor, con el rumor latente de que una presunta infidelidad ha podido acelerar los acontecimientos. 

¿Por qué buscar una hamburguesa fuera cuando tienes solomillo en casa? O mejor dicho, ¿por qué buscar una Russian Red cuando tienes a Nagore Aramburu en casa? Sea como fuere, este oscuro suceso ha aumentado la ya de por sí depresión postvacacional habitual de septiembre. Para un servidor, el período estival ha sido breve, pero intenso. Así se aprecia más, la verdad. Y cuando cruzas el charco en buena compañía, te das cuenta de que una de las mejores cosas de comenzar a ganar dinero es gastarte el dinero con los tuyos.

Igual que lo es observar a la chica más guapa del mundo oteando el horizonte en un rascacielos a 442 metros de altura. O disfrutar con satisfacción cómo su melena se mueve al son de la brisa del Lago Michigan. Viajar es la vida, dicen. Y las instantáneas que te haces (y que te repites hasta alcanzar la perfección), quedarán para la posteridad, pero los recuerdos de un viaje quedan en la retina para siempre y estos sí que son imborrables. Sin duda, son las mejores fotografías que uno puede conservar.

Bueno, antes de enrollarme más de lo debido, iré al grano. "Como decíamos ayer" (Fray Luis de León dixit), el verano no es la mejor época del año para las relaciones sentimentales. En ocasiones, el duro lastre de los problemas de pareja durante el año se acaba pagando curiosamente cuando más deberían resolverse. Una vez más, no tengo respuesta al kit de la cuestión. Como veis, no valdría para ser una especie de Elena Francis del Siglo XXI. En alguna otra ocasión he escrito algo parecido. Pero es evidente que la sociedad actual es educada para sobrevivir en un mundo de competencia feroz, en el que nunca tiene cabida la paciencia. Se premia al corrupto, al frívolo y al que no se esfuerza. Extrapolándolo a las relaciones personas, quizá por ahí radique el problema. No se valora lo suficiente lo que se tiene (incluso después de perderlo), no hay dignidad, no hay una autoexigencia de principios y valores y, sobre todo, no hay conciencia.

No voy a dar lecciones de moralidad a nadie porque quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Pero el problema de cómo queremos en el Siglo XXI es algo que viene de raíz. Recientemente, el brillante (y no menos polémico) Risto Mejide ahondaba en la cuestión en una columna de opinión: "Qué mal nos queremos". ¿Cómo podemos querer a alguien con tanta intensidad y pasión y acto seguido abandonarle con piedad y alevosía? Las cuentas no cuadran. Y es que se habla poco de ella, pero esta crisis, al igual que la económica, abarca tintes dramáticos. Nos queremos mal, no nos tomamos en serio los momentos de soledad para interiorizar lo suficiente y ponemos coto a la velocidad de nuestros actos amorosos por el mero hecho del qué dirán. 

¡Habráse visto! Desde cuándo debes actuar lejos de tus instintos, cabeza o corazón. Lo dicho: todo viene de la educación que se da en la sociedad actual. A colación de esto, a veces me gusta recordar una verdad como un templo a cargo de Luis García Montero: "Quien no quiso caer en la mentira, no sea injusto desde la verdad". Con el auge de las nuevas tecnologías, hablamos más que nunca, pero no nos decimos nada. No es fácil encontrar a tu media langosta, pero una vez que la encuentras todo va rodado. Te enamoras hasta las trancas. De las taras, virtudes, defectos y de hasta esa cara que pone cuando realmente está enfadada.

Atrás quedan tiempos donde estabas dispuesto a desenvainar tu espada invisible creyéndote D'Artagnan para ganar el corazón de tu Julieta. O conquistarla y casarte con ella en el patio del colegio. Ésos sí que eran amores de verdad. Ahí teníamos el control. Ahora hemos pasado del arsenal de paciencia y celos a la coraza silenciosa carente de sentimientos. Y claro, el que sale escaldado, sufre, con un nudo en la garganta, que aprieta pero no ahoga, y se autocompadece repitiéndose que al menos la soledad nunca le va a abandonar. Y, con el autoestima por los suelos y los ojos hinchados por un mar de injustas lágrimas, recuerda con nitidez constantemente aquella conversación de alcoba: "¿Me querrás para siempre?" "Por supuesto". Y piensa en aquella promesa y en que olvidó preguntar: ¿cuánto tiempo es para siempre? Sus lágrimas (repito, injustas) denotan que para siempre, a veces, es sólo un segundo. Ya vuelves a languidecer a la deriva. Sin esperanza.

Con este panorama actual, yo me pregunto: ¿qué fue de los buenos (y, por supuesto, de las buenas)? ¿Ya no está de moda acompañar a tu pareja a casa para que se sienta protegida y agradecida?, ¿o salir de la piscina pitando en busca de la toalla para arroparla y que no se enfríe?; o simplemente, ¿actuar con bondad siguiendo los dictados de tu corazón? Es evidente que todo eso pasó a mejor vida. Nos sobran modas y nos faltan cabezas amuebladas. Parece que hay gente que prefiere destrozar un castillo de confianza fraguado durante años y tirar todo por la borda. Vivir la vida en común con alguien a quien amas es algo realmente especial. Aprender el uno del otro, madurar, equivocarse y acertar juntos. Hoy todo esto parece utópico.

Amig@s despechad@s, que no cunda el pesimismo ni el pánico. El tiempo pasará. Una y otra vez. Algún día volverán las victorias. Los días de cerveza, de regalar rosas, de prometer Lunas y de hedonismo. Los días en que dejaremos de gastarnos el dinero en gilipolleces. Y haremos el amor, nos besaremos hasta que nos duela la boca y haremos el amor de nuevo. Y cuando él o ella diga Ben, él o ella dirá Affleck. Y lloraremos, reiremos y disfrutaremos. Y volverás a tener ganas de comerte el mundo. Y te darás cuenta de lo necesario que es pasar más tiempo con uno mismo, para poder pasarlo con los demás. Y no permitiréis que el orgullo decida por los dos. Y el equilibrio será posible. Y volverá el Cholismo sentimental. Y nos emborracharemos juntos hasta caer rendidos.

Porque como el resistente Ernesto Sábato, yo también creo en los cafés (cortados), en el diálogo, en la dignidad de la persona, en la libertad (y sobre todo, en la BONDAD). Pero también siento nostalgia, casi ansiedad de un infinito, pero humano, a nuestra medida. En mi caso, suertudo donde los haya, tengo motivos de peso para creer. Gané la lotería hace tiempo. En el momento en que ya estaba a punto de entregar la cuchara, gané la batalla. Sin embargo, otros quedaron el camino. Ayudémosles. Los buenos se lo merecen todo. No tengáis duda de que resistiremos juntos. Al fin y al cabo, esto es un reajuste de cuentas.


HAAF

*Para G, claro

martes, 15 de julio de 2014

Y demostrarte alguna estupidez, por ejemplo, que te quiero

No soy nadie especial. Sólo soy un hombre corriente con pensamientos corrientes. Llevo una vida corriente. No soy el mejor novio ni el mejor amigo del mundo. Pero siempre he procurado vivir la vida de forma apasionada, rodeándome de la gente que me gusta. Y amar sin cuartel ni freno de mano. Aunque éso me haya ocasionado más de un disgusto, más de un beso (y más de un bofetón).



Explicar el significado del amor con palabras a veces es más complicado que definir a ciencia exacta conceptos abstractos, como el pragmatismo o el nihilismo.  O conseguir lograr que el equilibrio sea posible. Aunque de vez en cuando una canción, un recuerdo o un simple esbozo de sonrisa permiten clarificar sentimientos sobre la hoja de un papel, lo cierto es que manifestarlos de forma que queden para el recuerdo y la posteridad (de forma nítida) es una presa realmente complicada. Y si a todo ello le unimos la ola de calor inhumana que azota Madrid estos días (sí, el verano ya ha llegado de una puta vez), escribir desciende vertiginosamente de las prioridades en tu vida (imitar a Tom Cruise en Risky Business se convierte en la primera hasta nueva orden). He llegado a la conclusión de que lo único 'positivo' de este calor insoportable (agosto será de agarrarse que vienen curvas), es que estos días puedo perfeccionar constantemente mi pose de ejecutivo chaqueta de traje al hombro.



Sin embargo, no me quejo. Ni mucho menos. Recientemente he disfrutado de un fin de semana inolvidable en Comillas. Para quien no lo conozca, es uno de los parajes más bonitos de nuestro país. Entre bocartes, navajas, rabas y Gin Tonics, me dio tiempo a quemarme (primera noticia eso de que el sol del norte pega tanto que puede abrasarte), pero también a realizar una promesa zalamera de comprarme algún día una casa en ese lugar. Y yo soy de esos cabezones empecinados en sólo prometer cuando se puede prometer. 

Con todo, y a pesar de que todo el mundo sabe que soy el más fiel (además de impulsor) acérrimo del Cholismo sentimental, soy de los que piensa que el amor se demuestra más allá de ir cita a cita, día a día, partido a partido. Nadie sabe a ciencia cierta qué cojones significa esto del amor, pero todos experimentamos con mayor o menor éxito. Sin duda, la lección más valiosa que he aprendido en los últimos tiempos es que en esta vida todo cambia de un día para otro. "La vida pasa a una velocidad de vértigo". Marc Levy tenía razón, por lo que nunca debes de dejar demostrar a los tuyos cuánto les quieres. 

*Mis más sinceras disculpas por todos los laísmos que se repiten a continuación. Necesidades del guion.

Y con ella, sigue los dictados de tu corazón. Si la quieres, demuéstraselo a diario. Aunque a veces lo olviden, ellas son conscientes de que toda mujer merece tener un hombre que la valore, que la respete, que la ame. Y sobre todo, que se lo demuestre. Acompáñala siempre a casa. Mímala, bésala y tócala lo suficiente para que se sienta querida en todo momento. Hazla cosquillas en la espalda y conseguirás que se estremezca. Abrígala cuando haga frío y procura que no se moje, salvo que bailéis bajo la lluvia. Hazla sentirse protegida y comprendida con los problemas de la rutina diaria. Llévate bien con su familia y sus amigos, ya que algún día podrán ser los tuyos. No la agobies nunca. Deja que cada uno tenga su espacio y su vida más allá de la pareja.


Disfruta de los momentos que sólo tú y ella sabéis. Cómprala flores, porque no hay nada más bonito que regalar flores con el corazón. Invítala a comer y a cenar, no por ser un día especial, sino porque te sale de dentro hacerlo. Besayunar juntos en la cama perreando durante horas, porque no hay nada mejor que vaguear y retozar sin mirar el reloj disfrutando sin cesar. Hazla reír todos los días. Soñad juntos. Dala buena conversación, porque la química y la llama han de mantenerse vivas. Cuando te enfades con ella, mírala a los ojos y cuenta hasta diez. Piensa que (casi) todo en esta vida tiene solución. Sé fiel, porque estropear lo fraguado durante mucho tiempo no sólo es traicionarte a ella, a ti mismo y a tu corazón, sino del género tonto, gilipollas, inmaduro y estúpido. 

Tararea canciones que te recuerdan a ella constantemente. Cógela siempre con ganas e ilusión. Os mandáis e-mails en el trabajo. No acabéis con esa costumbre porque es una muestra de romanticismo al más puro estilo siglo XXI. Deja por escrito que nunca la vas a abandonar. Jamás la insultes. Dila que la quieres sólo cuando realmente te mueras por decírselo. Planear vuestro futuro juntos, sin prisa pero sin pausa, dando los pasos adecuados. Compárala con cualquier comida (por ejemplo: un sobao)porque la harás disfrutar. Y la harás sentirse querida. Confía en ella porque sin confianza una relación está abocada al fracaso. Imagina tu vida junto a ella dentro de 30 o 40 años. Y si sonríes imaginándolo es que puede hacerse realidad.

Enamórate de sus pequeñas idiosincrasias, porque si Dios quiere pasarás con ellas (y disfrutarás de ellas) indefinidamente. Sed kamikazes enamorados y conseguiréis sentiros jóvenes eternamente. Perdónala en sus peores días con la mejor de tus comprensiones, como haría ella. Sé celoso y orgulloso, pero sólo lo justo y necesario. Llévala de viaje a París, y disfrutad de un atardecer en el Sena desde el mágico Bateau Mouche.  

Echo la vista atrás y me doy cuenta de que soy exactamente igual que hace diez años. Ya no leo con atención novelas de Martín Casariego, escucho en bucle los discos de Maná o cortejo a través del Messenger. Pero sigo siendo el mismo romántico empedernido e incorregible de siempre. Porque lo más bonito que te puede pasar en la vida es que ames y seas correspondido. Sólo concibo vivir la vida a tu lado, haciéndote la mujer más feliz del mundo y envejeciendo juntos. Y demostrarte a diario alguna estupidez, por ejemplo, que te quiero.

PD: Eres el queso de mis macarrones.




HAAF


martes, 24 de junio de 2014

Cuando éramos reyes

En un país como España, con 40 millones de seleccionadores de fútbol (Don Luis Aragonés dixit), la frontera que marca la alegría de la tristeza y el éxito del fracaso es más estrecha que la cintura de la novia de Fernando Alonso. Nos envalentonamos con las victorias, acompañándolas de un orgullo patrio al más puro estilo norteamericano. Pero languidecemos en las derrotas, presos de la pesadumbre, tratando de ocultar nuestro pánico bajo una coraza de argumentos radicales, sin sentido, contradictorios y, sobre todo, demagogos. Ahora bien, siempre gritando. Porque todo español de bien para reforzar cualquier idea y que nadie le quite la razón, utiliza un tono de voz que va in crescendo conforme aumentan las copas ingeridas y disminuyan los argumentos de peso.

A lo que iba. Que, como Umbral, yo venía a hablar de mi libro y me he ido por los cerros de Úbeda. El fútbol, de la mano de la selección española, es la manera perfecta de ejemplificar todo esto. Tras un éxito sin precedentes, como fue conquistar Eurocopa, Mundial y Eurocopa de manera consecutiva, España se presentaba en Brasil con una pose de favorito, que ni John Wayne, con su voz y sus andares míticos. Y claro, el batacazo ha sido tremendo. Nadie lo esperaba. Ni los más agoreros acertaron a vaticinar que España caería a las primeras de cambio en la fase de grupos. Y llegando sin opciones al tercer partido tras ser vapuleada en los dos primeros.

Los holandeses nos tenían ganas. Normal. En Sudáfrica tuvieron la tercera posibilidad de estampar la estrella de campeón en su pecho y un manchego de 1,70 con cara de no haber roto un plato en su vida acabó con sus ilusiones. Por eso nos machacaron sin compasión. Nos la tenían jurada. Mientras, Chile se tomó como algo personal el hecho de poder eliminar a España y hacer suyo el calificativo de la verdadera Roja, aunque sólo sea por un tiempo. Y de repente, España se quedó compuesto y sin Mundial, más melancólico que alguien canturreando en un karaoke 19 días y 500 noches. La porquería de un vestuario roto salió a flote y la pachanga de solteros contra casados ante Australia se convirtió en la pesadilla que nunca jamás pensamos que sucedería.

Los periodistas, ávidos de sangre y de buscar culpables, se tiraron a degüello a las primeras de cambio. El blanco era fácil: Xabi Alonso. El único capaz de sacar una pizca de dignidad reconociendo la falta de ambición en un ejercicio de autocrítica ejemplar. Pero el pueblo, que para lo que quiere sí es soberano, afiló el cuchillo entre los dientes y saltó en defensa del tolosarra. Y a continuación, brotaron más que nunca los seleccionadores que llevamos dentro. De los que hablaba Luis.

Afloraron múltiples y variados análisis, desde los más simplistas: "La culpa la tiene Del Bosque, que es un antimadridista y ha hecho una lista en plan Zapatero, para quedar bien y además contentar a sus vacas sagradas y amiguitos"; hasta los más profundos y sensatos: "No han ido los 23 jugadores que mejor en forma estaban y lo hemos pagado. A eso hay que unirle la falta de ambición y motivación y el desgaste físico. Las temporadas con los equipos son muy largos y los jugadores han llegado sin piernas"; pasando por los adivinos: "Esto se veía venir, ya lo decía yo", o los ansiosos por saldar cuentas pendientes: "Lo de que hayan ido Villa y Torres es de chiste. Y Casillas, que ya no es lo que era. Desde que está con la Carbonero, es el topor del Madrid y de la Selección".

Puede que todos tengan un poquito de razón. O ninguna. Pero lo cierto es que con un vestuario dividido, un seleccionador cuestionado y casi una decena de jugadores míticos en su Ocaso deportivo, el panorama a medio plazo en la Selección se antoja desolador. Sin duda, esta España de fútbol ha hecho llorar ahora a millones de niños españoles, ha provocado pérdidas millonarias para los medios de comunicación, ha estropeado porras mundialistas de amiguetes y, en definitiva, ha reabierto viejos fantasmas que creíamos olvidados. Las palabras "fracaso" y "ridículo" han vuelto a formar parte de nuestro diccionario. Y cuando a uno, en caliente, le recuerdan constantemente a todas horas lo grandes que hemos sido, que tenemos que estar agradecidos por tanto, que aquel equipo del tiki-taka será irrepetible, que el estilo es innegociable... en lugar de esbozar una sonrisa y dejar caer una lágrima de orgullo, uno se cabrea y dan ganas de bajarse de cualquier carro que invite al optimismo. Luego, en frío, uno lo analiza y piensa que los expertos analistas y los Periodistas tienen razón (¡uy lo que digo!). 

Porque los españoles, además de feos, fuertes y formales, somos muy temperamentales, orgullosos y cabezotas. Pero también sabemos ser sensatos, coherentes y razonables. Y a sentimentales y apasionados nos ganan pocos. Porque los niños que hoy lloran de pena por la debacle mundialista, en su adolescencia lo harán de alegría. Porque a esos mismos niños quizá haya que enseñarles la relativa importancia de las victorias para que sepan valorarlas en su justa medida. Porque los periódicos de hoy llenarán las basuras de mañana y pronto las crónicas hablarán de nuevo de nuestras gestas y éxitos. Porque muchos de nuestros abuelos no pudieron disfrutar y saborear en vida lo que es ganar un Mundial. Porque nuestros padres crecieron con los fallos de Cardeñosa, Salinas y Zubizarreta. Porque aunque se pierda una porra mundialista, siempre habrá una buena excusa para quedar con los amigos de toda la vida para charlar, brindar y reír. Porque de bien nacidos es ser agradecidos y aunque la gloria es efímera, el legado es eterno. Porque podremos contar a nuestros nietos dónde vimos el gol de Torres a Alemania, el gol de "todos" de Iniesta o los penaltis contra Italia o Portugal. Porque por mucho que pasen los años de largo en nuestra vida, el Informe Robinson del Mundial de Sudáfrica seguirá poniéndonos los pelos de punta. En definitiva, porque el campeón va a volver. Siempre tiene alguna razón para volver.

El deporte es saber ganar y saber perder. A buen seguro, las lágrimas de hoy nos servirán para hacernos más fuertes el día de mañana. Así aprenderemos a levantarnos de las dolorosas derrotas. Lamiéndonos las heridas y volviendo a trabajar por volver a luchar por los éxitos. Hemos caído noqueados sobre la lona del ring y estamos KO, pero nos levantaremos de ésta. Si algo hemos aprendido con este ciclo histórico de la edad de oro del deporte español es que España ya no es de los que se queda anclado en cuartos o tuerce el gesto recordando los mundiales pasados. Que nos quiten lo bailao. Pase lo que pase, siempre que nos toquemos el pecho o bajemos la mirada, encima de nuestro escudo brillará radiante nuestra estrella de campeones del mundo. Y entonces recordaremos cuando éramos reyes. No lo olviden, España ya es de los que mata a todos los hombres malos y al final se queda con la chica. Sólo tenemos que encontrar la chica adecuada para volver a ser a ser reyes. Porque ya somos eternos. Y tenemos corazón de campeones.

HAAF



viernes, 23 de mayo de 2014

Pequeñas idiosincrasias

Confieso que ha sido una tarea verdaderamente ardua comenzar a escribir tras la borrachera que me he agarrado de Cholismo (sentimental y del otro) en los últimos tiempos. Afortunadamente, no hay mejor antídoto contra la resaca que sentarte a expresar lo que sientes al abrigo de una buena cerveza. Y los largos paseos de primavera por las calles de Madrid, ayudan, siempre que la alergia te lo permita.
Hoy me apetece romper una lanza a favor de todas aquellas taras que, como personas imperfectas que somos, forman parte de nuestra existencia. Sin embargo, parece que dichas taras que nos acompañan ayudan a fomentar un pensamiento in crescendo en los tiempos que corren: querer no está de moda. Para muchos, los defectos de tu pareja ayudan a que pronto se esfume la magia tras la lógica pasión inicial, a que tu atracción física por él/ella se vea aminorada o incluso a que desaparezca cualquier sentimiento de amor. Nada más lejos de la realidad. Amig@s, los pequeños 'defectos' son un tesoro. Mis escasos (pero como siempre digo, muy valiosos) lectores habrán podido observar que en muchas ocasiones esbozo un guiño a una de mis películas predilectas: El indomable Will Hunting. Pues bien, en una sublime escena entre Matt Damon y Robin Williams, éste le insta a no cerrar la puerta al amor, y menos, a dejar escapar la oportunidad de conocer a una chica por miedo. No hay nada como que te abran los ojos y te despejen la mente con impagables consejos.

"Quizá lo que te preocupa es que tú dejes de ser perfecto. Te has montado una filosofía perfecta. De ese modo podrás pasar toda tu vida sin conocer a nadie de verdad.

Mi mujer se tiraba pedos cuando estaba nerviosa. Tenía esos pequeños detalles que le hacían maravillosa. Se tiraba pedos mientras dormía. Una vez soltó uno tan fuerte que despertó al perro. Ella se despertó y dijo: "¿Has sido tú? Y le dije "Sí".

Lleva muerta dos años y sólo recuerdo estas chorradas. Son maravillosas sabes. Estos pequeños detalles son una de las cosas que encuentro a faltar. Las pequeñas idiosincrasias, como yo las llamaba, la convertían en mi mujer. Y ella sabía muchas cosas sobre mí, conocía todos mis pecadillos. La gente llama a estas cosas defectos, pero no lo son. Son lo mejor. Nosotros escogemos a quien dejamos entrar en nuestro mundo.

No eres perfecto amigo y voy a ahorrarte el suspense. La chica que conociste tampoco es perfecta. Lo único que importa es si sois perfectos como pareja. Ésa es la clave. La intimidad se basa en eso".

Sería un error caer en la generalización constante de que hoy en día quedan cuatro románticos que crean en esto de las pequeñas idiosincrasias, y por ende, del amor. Porque no es así y porque me niego a pensarlo. Porque por ahí fuera hay muchos que quieren a su pareja y, sobre todo, que lo demuestran. Con cariño, mimo y respeto. El problema es que a veces esas personas agazapan sus sentimientos, en plan aficionados del Atlético de Madrid. Y luego aparecen y uno se pregunta: ¿de dónde ha salido tanto colchonero? ¿Dónde han estado todo este tiempo?  Esto es tres cuartos de lo mismo. Hay que pensar que cuando menos te lo esperas, ganas y celebras ese triunfo rompiendo el tópico tan socorrido de que la primavera sentimental no llega. 

Volviendo al tema que nos concierne, hay cientos de ejemplos de personas enamoradas de las pequeñas idiosincrasias. Siguiendo con el símil futbolero, durante la éxtasis nocturna de la celebración del título liguero del Atlético, observé con admiración cómo una colchonera (feliz) enfundaba constantemente, con cierto éxito, su bufanda rojiblanca a su novio. Él, más que probable madridista de corazón, ponía cara de circunstancias, pero su sonrisa le delataba. En el fondo, estaba encantado. Su chica era feliz. Y todo lo demás no importaba. Diréis que con la final de la Champions será distinto. Puede ser. Dicen que en el amor y en la guerra no hay amigos. Y en el fútbol, tampoco. Pero aunque seamos la generación que cruza en rojo sin mirar, quizá podamos aprender una valiosa lección. Hay que relativizar los problemas, buscar soluciones y poner al mal tiempo buena cara. Me explico.

¿Pierde el Real Madrid? ¿Pierde el Atlético de Madrid? Bueno, ya ganarán. ¿Está lloviendo a cántaros y tú habías maquinado un plan al solecito? Pues lo sustituyes por una tarde de peli y manta (planazo, ¿eh?), que vale más que cualquier viaje por el mundo. Conforme escribo esto, me doy cuenta de lo mayor que me estoy haciendo. Y no entiendo por qué. Cuento unas historias de abuelo cebolleta, que si mis amigos me leyesen (¡Dios me libre!), me harían una Intervención, al más puro estilo Cómo conocí a vuestra madre. Y a lo que yo quería llegar antes de irme por los cerros de Úbeda es que en esta vida, casi todo tiene solución. Sólo hay que dar con la tecla adecuada.

Lo cierto es que se me había olvidado cómo era esto de ser feliz en primavera. La lluvia se resiste espartanamente a abandonarnos, pero yo le veo el lado positivo hasta a esperarte en Casa Paco. Y al olor a tierra mojada, que me apasiona tanto o más que el olor a café. Del verano ya hablaremos otro día, aunque parece que es la época en la que la gente le gusta tirarse a la piscina del adulterio o de los amores imposibles estivales. Con lo fácil que es darse cuenta de que los amores verdaderos se fraguan entre la improvisación y la cerveza. Y se cuidan regándolos a diario, siendo conscientes de que no tiene nada que ver con lo que esperas conseguir, sino con lo que esperas dar a la otra persona, que es todo (Katharine Hepburn dixit). Éso te lo da la experiencia y el ir haciendo callo con los años.

Antes de caer en la zozobra en bucle (¿será porque me he convertido en un acérrimo a los blogs amorosos de GQ?), vuelvo a reiterar lo importante que es disfrutar del día a día. Saborear cada segundo de nuestra existencia como el Gin Tonic en copa de balón. Deberíamos vivir más y compartir menos nuestra vida. Menos redes sociales y menos gaitas. La felicidad está en las cosas sencillas. Y en combatir el cansancio durmiendo y soñando contigo. Por el momento no tengo nada más que decir. Ah, se me olvidaba lo más importante. ¡Que viva el amor valiente!

HAAF

* "Hace tiempo que yo ya no sonreía tanto".